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Dos veces al año, León escenifica con teatralidad y afectación de sus personajes los debates circulares en los que encierra uno de los secreto de su incapacidad para el desarrollo. Las Cabezadas de esta mañana en el claustro de la Catedral, como las Cabezadas primaverales frente a la fachada románica de San Isidoro, dan oportunidad para reeditar una porfía que siempre se cierra en falso, emplazada hasta el curso siguiente: si se debe tomar como foro, lo que implica obligatoriedad, o se deben a una oferta, con la consiguiente libertad y voluntariedad, las ofrendas que el pueblo hace a la Iglesia por las intercesiones divinas. Nunca hay acuerdo. No se ha logrado consenso en las inmemoriales ceremonias en las que se enfrentan un síndico municipal, afianzado en la postura de defensa del libre albedrío ciudadano, con un representante del cabildo religioso que se enroca en la sacralidad de los privilegios que asentó la costumbre de los siglos. Un leonés que emplea el ingenio para discutir con otro leonés, sin importarle el fondo, mientras el resto asisten divertidos al duelo en el que conocen de antemano que no van a llegar a un acuerdo sobre el que caminar juntos. Así somos. Así nos va.

Metido en el personaje, pero con el papel del estamento cambiado, el alcalde de León ha puesto esta semana el prólogo a la ceremonia. Como los clérigos que reclaman la obligatoriedad, José Antonio Diez ha trasladado la reserva de plazas de aparcamiento exclusivo para la corporación, que antes estaba en Alfonso V, a un tramo de Gran Vía de San Marcos y a toda la extensión de la calle Héroes Leoneses. Convencido de que la costumbre en el derecho romano logra que los actos socialmente aceptados y repetidos se incorporen al ordenamiento jurídico, José Antonio Diez invoca como argumento que ya existía ese privilegio que eleva a los concejales por encima del nivel del resto de los ciudadanos, no sólo con la guarda de un espacio propio en el que estacionar mientras los demás dan vueltas, sino con la gracia de no tener que pagar la ORA. El argumento de la prebenda de la casta, en el que coinciden en el PP e incluso en parte de UPL, se adoba además con la propaganda de la movilidad urbana sostenible que motiva los proyectos de reurbanización: reducir la contaminación y promover los modos de transporte sostenible. Para los vecinos de a pie toca foro. Los representantes políticos gozan de oferta.