El eslabón perdido
El diagnóstico está hecho. Lleva tanto tiempo negro sobre blanco que repetirlo sin más soluciones que las manidas generalidades sin propuestas de pico y pala empalaga. A este León tan rico en la despensa sigue faltándole el eslabón de la cadena de transformación y comercialización que lleva a un potencial a convertirse en rentable negocio. Es así desde que guardamos memoria incluso los que tenemos más alforja acumulada que la que esperamos sumar en próximas ocurrencias públicas y privadas, de las que a estas alturas suspiramos aún por un pulso que doblegue nuestro experimentado escepticismo. Ojalá.
La golosa feria de los Productos de León abre la muestra anual en todo su sabroso esplendor con el contratiempo aún inexplicable de las fechas, cuando la ciudad podía haber aprovechado los dos puentes que le brinda económicamente el inicio del otoño. Y reivindica de nuevo la activación del «segundo eslabón de la cadena». El de la transformación de los muchos y diferenciados productos que pone en bandeja esta tierra, y una comercialización efectiva que deje la mayor parte de la cadena de valor en sus productores. Un tejido empresarial que, como el conjunto del panorama emprendedor local, se conforma con ilusiones personales y aventuras de micropymes incapaces de tejer un músculo empresarial capaz de entrenarse para crecer.
Ahí precisamente es donde el manido discurso público debería soltar el atril y coger el azadón. Pero en realidad no lo hace. Miren si no a la miríada de agrupaciones que en cada comarca se forjan con los más altos objetivos y las más bajas ambiciones personales, que acaban lastrándolas. No hay quien lleve las riendas.
Más trascendente aún. Este tesoro anclado en el primer eslabón se asienta en los pueblos (medio rural, hablando con corrección política). Justo ahí donde se abandonan a pasos agigantados los servicios esenciales: sanidad, educación, transporte, comunicaciones, tecnología,... Sin dónde educar a los niños, ni cuidar efectivamente a los mayores (suspenso en conciliación); sin recursos para trabajar con eficiencia. Sin comunicaciones.
Ahí está (poco que añadir) el mapa de las rentas que publica Hacienda. La brecha de las grandes ciudades y los cada vez más empobrecidos pequeños núcleos se agranda. En el disperso panorama rural leonés la diferencia es insalvable. Ese es el verdadero eslabón perdido. Si los productores no pueden sobrevivir, ¿cómo van a pensar en transformarse y crecer?