Pita el banquero
El banco viene ahora a los pueblos en una furgoneta, como el pescado, el pan o el chatarrero. Donde antes pitaba el panadero, con su masa lenta, sus mantecadas y sus hogazas mecidas en esos asientos de atrás que huelen a madrugones, ahora se abre una puertina corrediza en el lateral para sacar perras, actualizar la libretina que viene abarquillada de tanto sobarla entre las manos. Ahora, el grupo de filósofas que salen en bata guateada, como las dibujó para la historia el maestro Fulgencio Fernández, podrán coger la barra que les sirve desde la ventanilla del Land Rover o el Niva y luego esperar al agente financiero para pagar los recibos e impuestos, que siempre aparecen en el correo de forma puntual para recordarles a los contribuyentes rurales que, aunque les hayan birlado poco a poco los derechos, sus deberes fiscales no prescriben.
La furgoneta pagada por la Diputación busca atenuar el timo que los bancos visten con el eufemismo de exclusión financiera. Como si dejar a 132 municipios de la provincia sin atención, con 60.000 vecinos colgados, se debiera a una acción involuntaria, fruto del sistema, sin responsabilidad alguna por parte de esas entidades que, como sucedió con la antigua Caja España ahora devorada por Unicaja, se hicieron ricas a costa del ahorro que los paisanos acopiaban en aquella libretina de la ardilla. En todos esos pueblos no queda ya quien atienda en caja, ni aclare si llegó la pensión, ni complete la transferencia para mandarle unos dinerines a los nietos para que estudien. Sin auxilio, ni bizum, apenas se libran lo que viven en esas cabeceras de comarca en las que el dinero de la PAC y los almacenistas alfombran todavía la entrada en la sucursal. Sólo se libran los que entran en los criterios de la rentabilidad. Al resto se les da otro empujón más para que bajen para la ciudad, donde ahora en las oficinas te sientan a tomar un café con los escasos bancarios que han librado los Eres, en una mesa de diseño con ambientación de bar de esos modernos que han acabado con la esencia del Húmedo, para ver si te convence de que ese producto tiene menos riesgo que todas aquellas preferentes que arruinaron a miles de ahorradores en la anterior crisis que pagamos todos.
Ahora, en los pueblos pita el del banco, como si fuera el panadero, como si se tratase de gente de fiar.