Diario de León

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La irresponsabilidad planea sobre la política española, que vive unos momentos surrealistas en el camino de Pedro Sánchez hacia su investidura, una meta que se muestra seguro de alcanzar, aunque a veces los suyos expresen algunas dudas: ¿quién sabe de veras lo que Puigdemont tiene en la cabeza? No todos sus interlocutores directos en el PSOE y Sumar tienen certezas al respecto, parece.

Asistí con desazón a la rueda de prensa de Alberto Núñez Feijoo tras su encuentro, apenas algo más de cincuenta minutos —muy poco para abordar siquiera tangencialmente los principales problemas del país—, con Pedro Sánchez. Dicen que el encuentro entre ambos fue internamente ‘cordial’, pero el balance no podía ser más desolador: Sánchez ni explicó a su interlocutor sus planes concretos sobre la aprobación de una amnistía ni hubo otro acuerdo que un cruce de reproches en el que las acusaciones se elevaban de grado: hasta preventivamente el presidente advirtió a Feijoo sobre los posibles abucheos que el jefe del Gobierno reciba en los actos de hoy 12 de octubre, unos abucheos que ya vienen, por lo demás, siendo tradicionales y enlodan los fastos de la fiesta nacional.

No soy partidario de estas manifestaciones; de hecho, no lo soy de ninguna manifestación en la que se desaten las pasiones a veces quizá un poco primarias de una ciudadanía patentemente enfadada. Pero reconozco que quizá este año existan más razones que en ediciones anteriores para que la gente desfogue su cabreo. La falta de explicaciones gubernamentales sobre sus planes en relación con las exigencias que llegan de Waterloo (y de la plaza de Sant Jaume, sede de la Generalitat catalana); los obvios abusos del un Ejecutivo que debería estar actuando solo en funciones; la obvia quiebra de la separación de poderes; la falta de sintonía interna entre los ministros de ‘uno y otro lado’ del Gobierno a la hora de evaluar el ataque terrorista de Hamas contra personas en Israel, un espectáculo que tiene simplemente horrorizado al mundo... Todo ello, diría yo, más la falta de sintonía de Sánchez con una opinión pública que ha perdido el contacto con sus representantes, explicará en parte la reacción que pueda producirse hoy en la calle.

Una reacción, alentada por Vox, que ya digo que no puedo secundar: hay muchas formas y muchos días para protestar contra lo que hace un Gobierno, o toda una clase política. Y una forma de protestar es ahora exigir la celebración de nuevas elecciones; que son un mal, sin duda, y que quizá no resolviesen nada, pero que ahora podrían ser el menor mal, necesario ante la patente irresponsabilidad que sería seguir adelante con unos planes, los de Puigdemont, cuyas repercusiones serían hoy muy difíciles de calcular.

Esta vez tiene razón Feijoo al reclamar -cinco veces lo dijo-’honestidad’ al presidente del Gobierno. Y en pedir —lo repitió seis veces, si no conté mal— una nueva marcha a las urnas.

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