45 kilómetros de terror
Todas las guerras son un error. El papa Francisco se lo dice a un niño español, Darío, de diez años, en el libro Queridos niños... que publicará la semana próxima el periodista italiano Domenico Agasso, del diario La Stampa . Todas las guerras son un error, pero en la bolsa de Nueva York han subido las acciones de las empresas de armamento estadounidenses al mismo tiempo que las bombas de Israel siembran el terror en Gaza y aniquilan un poco más lo que queda de Siria, con el beneplácito e incluso los bulos en boca del presidente Biden.
Todas las guerras son un error y nadie debería justificar la venganza de Israel por los crímenes de Hamás, una vez más, sobre la población civil. Más de dos millones de personas, una gran cantidad de ellas refugiadas y bajo el supuesto amparo de Naciones Unidas, que ya bastante castigo tienen con intentar sobrevivir en un régimen de apartheid , en un gigantesco gueto. Prisioneras en una cárcel a cielo abierto de 225 kilómetros cuadrados de superficie.
¿Se imaginan toda la franja de León a Astorga superpoblada? Un territorio que apenas acoge a 150.000 personas en la España vaciada que para parecerse a Gaza tendría que multiplicar por 15 el número de residentes, rejuvenecer la media de edad a los 18 años, sembrar la pobreza donde crecen los campos de maíz y pastan las ovejas, privar de luz y de agua a ciudades y pueblos y cortar cualquier acceso para evitar la llegada de alimentos, ayuda humanitaria y periodistas mientras las bombas caen del cielo sin tregua.
El discurso de que Israel tiene derecho a vengarse por el ataque de Hamás es la simplificación de un conflicto que tiene 70 años de historia con un estado, Israel, que se ha erigido en dueño de unos territorios y ha extendido su supremacía con muros, permisos discrecionales para la mano de obra que logra cruzar cada día los controles policiales y servir a la carta a la sociedad israelí y operaciones periódicas de castigo a la población civil.
Nadie trabaja para solucionar este conflicto, que pasa por reconocer el estado palestino. Desde principios del siglo XX, Occidente ha convertido a Oriente Próximo en el territorio donde se dirimen las luchas de poder de las potencias. La geopolítica ha creado una franja de terror de 45 kilómetros que será una ratonera para los palestinos de cumplirse las recientes amenazas de Israel. Cisjordania, el otro lado palestino, tampoco es un paraíso. Todas las guerras son un error. Pero poco se hace por la paz. Se confía a las bombas y a los tanques lo que debería resolverse en el Tribunal Penal Internacional (los crímenes) y seguimos inermes ante el genocidio a cuenta gotas que sufre el pueblo palestino, deshumanizado como lo fueron judíos, gitanos, homosexuales y spaniers en el holocausto nazi.