Romanizar el leonesismo
En el epílogo de su novela más universal, Boris Pasternak enuncia con mucha agudeza la naturaleza del proceso a través del cual Grecia se transforma en Roma: la conversión de todo cuanto era metafórico en literal. El paso de la idea al hecho, de lo abstracto a lo concreto, del ciento volando al pájaro en mano. No conformarse con los ideales y necesitar la materia, como santo Tomás tras la resurrección precisa meter los dedos en la llaga. Resultaría inevitable perder la gracia en el camino hacia la solidez, pero lo que matemáticos y filósofos atenienses proyectaron, la ingeniería romana lo construyó. Platón describe una república ideal y Julio César la pone en pie.
El análisis que nos legó una novela como Doctor Zhivago no se agota en el objeto de su estudio y los tentáculos de su enseñanza pueden extenderse a otros ámbitos, como por ejemplo el leonesismo, esa ideología que nunca se sirve tibia, sino hirviendo o helada. El sentimiento regionalista es profundamente reaccionario, en el sentido de que permanece aletargado y tan solo se activa cuando un agravio o una afrenta —real o imaginaria— acude a despertarlo. Esas reacciones pueden resultar multitudinarias, como ya se ha demostrado en la calle, aunque luego toda esa movilización no se sustancia en votos en las urnas, que es lo que suma en las cuentas que se hacen para gobernar. Las razones son más complejas de lo que parece a simple vista. Seguramente falta un liderazgo carismático que impulse el paso de simple movimiento a alternativa política, pero sobre todo hay una terrible ausencia de planes concretos que aparten ese sentir de toda posible transversalidad, es decir, que líderes de partidos nacionales puedan declararse leonesistas de perfil o refilón. Eso ocurre porque el leonesismo se asocia a una emoción —generalmente a un arrebato— y poco más. Un programa inasumible para socialistas y populares es necesario e iba a escribir que urgente.
Pero la romanización del leonesismo, en el sentido apuntado por Pasternak, no es que sea apremiante: es que ocurre ahora o no lo hará ya nunca. Por romanización queremos decir hacer tangible, concretar y hacer presente al menos algunas de las ideas que habitan en esa nebulosa autocatalítica en que ensueña desde hace tantas décadas el separatismo de Castilla y León. Hechos. Pronto veremos si el leonesismo continúa siendo un movimiento con demasiados platones y no sé si también con demasiados patrones.