Diario de León

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En Silvio (y los otros), en un momento delicioso de la biografía política que le regaló en vida Paolo Sorrentino a Berlusconi, el Cavaliere tira de listín y, a media noche, al azar, llama por teléfono para colocarle una vivienda de nueva promoción a una mujer. En una escena, el primer ministro italiano, recupera la autoestima del charlatán que lleva dentro, y endosa una venta de éxito después de revolver las entrañas de su paciente interlocutora, a la que acierta a resolver las dudas familiares, la incertidumbre del futuro, la piscina de los nietos, que vendrán, vaticina. Todo, improvisado. Hasta la despedida complaciente de comercial con pedigrí, imbatible con esa fórmula que aplican los vendedores sobre la regla del veinte: los veinte primeros segundos, las veinte primeras palabras, los veinte centímetros de distancia, aunque sea por teléfono. A punto estuvo ayer Nadia Calviño de agarrar la guía de teléfonos, y llamar, al tuntún, a una leonesa para vender una conexión de banda ancha por satélite. Por treinta y cinco euros al mes, oiga, tarifa plana, aclaró la ministra en funciones del gobierno en funciones, para aminorar el efecto del eslabón perdido de la conectividad, el colmo de los ministros de las telecomunicaciones europeas, de acabar por hacer una cumbre de auto bombo en un territorio en el que resulta más difícil lograr cobertura de móvil que empleo. Ojo a la comparación, que no es la primera vez que viene a apuntalar esta columna, ni será la última, en vista de lo estupenda que se puso la vicepresidenta por hacer ver que el régimen trabaja por reducir las brechas, de riqueza y la del cinco ge. Al que se atrevió a cambiarle el paso de la rueda de presa tan europea, de presa, sí, que le dé el teléfono; y hasta pasada la hora del té, el gabinete de desinformación, dale que te pego con el satélite arriba y el satélite abajo; debe ser la famosa alfabetización mediática de la que habla el célebre Bolaños. Hasta el señor comisario francés de la cosa fue más indulgente con el desfase, al prometer que no habrá resuello en Bruselas mientras la cobertura no corra a la velocidad de la luz entre agrestes montañas y lejanos desiertos. A falta de Meryl Streep, buena es Nadia Calviño. De sobra, para León.

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