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La vicepresidenta primera del Gobierno en funciones, Yolanda Díaz, se ha metido en un jardín complicado, con el anuncio de su intención de prohibir los vuelos cortos en aquellas rutas en las que exista una alternativa ferroviaria con una duración menor de dos horas y media. Todo, de nuevo, en nombre del medio ambiente, y sin ningún dato científico, ni técnico ni de ninguna manera que avale esta drástica decisión que ha puesto en pie de guerra a todo el sector aeronáutico.

En concreto, el Colegio Oficial de Ingenieros Aeronáuticos de España (COIAE) afirmaba ayer en un comunicado que la prohibición propuesta tan sólo reduciría, en el mejor de los casos, las emisiones de CO2 de nuestro país en un 0,1%. Frente a tan reducidos beneficios, ponen sobre la mesa el daño que se produciría a la industria del transporte aéreo en España y alertan de que la propuesta pondría en riesgo el desarrollo de los aeropuertos hub de Madrid y Barcelona, al no poder garantizar de forma eficiente la alimentación de los vuelos de media y, sobre todo, de larga distancia. También afirman que eliminar estos vuelos en España supondrá una oportunidad de la que otros aeropuertos europeos sacarán un indudable beneficio. En Iberia ya han advertido que estos viajes, que suponen más del 23% de los vuelos nacionales, aportan 130 millones al PIB y generan 1.852 empleos por cada millón de pasajeros, por lo que la pérdida sería importante.

Como siempre ocurre con estas decisiones dictadas con el único objetivo de crear un golpe de efecto totalmente equivocado lo que se hace también es condicionar la libertad de las personas de decantarse por el medio de transporte que mejor se ajuste a sus necesidades, sobre todo si tenemos en cuenta que en la actualidad viajar en avión entre las grandes capitales es mucho más barato que hacerlo en tren. Eso es de lo que verdaderamente tendría que preocuparse el Gobierno, de hacer mucho más competitivos los precios de los viajes en tren, de incentivar las inversiones en nuevas tecnologías, eléctrico – hidrógeno, que tienen su banco de pruebas precisamente en los vuelos de corta distancia, y de apoyar a la producción y comercialización a precios razonables de los combustibles sostenibles de aviación.