Diario de León

Rafael Torres

Egoísmo bueno y malo

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Hay un llamado «egoísmo bueno» y es aquél que consiste en obtener una gran satisfacción personal mediante un módico desprendimiento. Así, por ejemplo, cuando se socorre económicamente a un amigo en apuros cuando al dador le sobra el dinero, bien que cuando no le sobra ya no es egoísmo, sino generosidad. O cuando se destinan unas pocas perras a alguna causa humanitaria, o, sin mediar dinero, cuando se procura el bienestar del entorno con la convicción de que redundará, y acaso recrecido, en el bienestar propio.

Lamentablemente, una buena porción de empresarios españoles, o cuando menos de los agrupados en la CEOE, la Cepyme y alguna otra asociación del ramo, desconoce absolutamente los beneficios del «egoísmo bueno» y se aferra al egoísmo malo de toda la vida.

Al tímido programa de mejoramiento laboral de los españoles acordado por el PSOE y Sumar para su desarrollo durante su probable gobierno de coalición, los empresarios han respondido truculentamente, calificándolo nada menos que de atropello constitucional. Diríase, a tenor de semejante reacción de la patronal, que dicho programa propone la colectivización de las empresas o su confiscación pura y dura para entregarlas al control obrero, pero nada de eso hay, sino, junto a pequeños adecentamientos sociales en el despido o en la conciliación, algo tan modesto como la reducción de media hora de trabajo al día, pasando de las ocho actuales a las siete y media.

Si esos patronos tan refractarios a cualquier mejora en la vida de sus trabajadores supieran qué es el «egoísmo bueno», entenderían que esa media hora que creen que pierden, en realidad la ganan, pues trabajar contento produce, como se sabe, mayores beneficios tanto para el empleador como para el empleado, si bien para el primero en forma de pasta (plusvalía) y para el segundo de algo mucho más valioso, tiempo. Ya que esos patronos son rácanos hasta el delirio en subir los sueldos al compás del coste de la vida, remuneren, cuando menos, con ese tiempo que a ellos no les cuesta nada y que para el trabajador es tan precioso. Sin embargo, y contra toda evidencia, siguen aferrados al error del egoísmo chungo.

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