Salvar al pedáneo
Apunto de desgañitarse como el personaje que grita «viva el munícipe por antonomasia» en Amanece que no es poco , once pueblos de León se quedan sin pedáneo por falta de candidatos. Nadie quiere. Sin sueldo, con apenas unas dietas escasas en el mejor de los casos, y con un patrimonio que administrar en el que no se pasa de tener que mendigar puerta a puerta muchas veces el cobro del recibo del agua y la gestión de los terrenos comunales, el alcalde de pueblo pequeño, sometido a quejas, problemas domésticos, inquinas heredadas y exigencias que no tienen ni los ministros del Gobierno, se añade a la lista de especies en peligro de extinción.
Salvemos al pedáneo se impone como nuevo lema de campaña para poner en valor la figura del primer servidor público de un sistema que, a fuerza de tupirse por arriba con cargos y asesores, ha término por que los ciudadanos aborrezcan la palabra político. Sí, sí, ya sé que también hay casos de pedáneos con intereses particulares, de los que aparecen a modo de testaferro para aprovecharse de los derechos del coto de caza, o que mutan en pequeños caciques con ínfulas para convertir al pueblo en un condado bajo su ley. Pero hablamos de los otros, en los que se encuadra la mayoría. Aquellos que atienden a los vecinos, en su gran parte mayores y que viven solos, que tienen el teléfono abierto 24 horas para atender las llamadas de problemas que no siempre se ajustan a sus competencias, como bajar a la farmacia o llevar al médico, y que sufren la dinámica del muelle: les aprietan por abajo con quejas y les ignoran por arriba los que tienen la llave de los recursos. La labor del pedáneo, que debería exigirse como capacitación para cualquier político de los que saltan tres escalones, se remite a los hombres buenos que se reunían en León bajo un árbol para tratar los asuntos del pueblo. Por encima de su nivel se pegan por los puestos y se inventan compensaciones, como los 58.000 euros de sueldo que se ha puesto el expresidente de la Diputación, Eduardo Morán, como responsable de la mancomunidad Aguas del Bierzo, bien pasteleado con el PP berciano, o el nombramiento para salvarse del naufragio de Cs del expresidente de las Cortes, Luis Fuentes, como delegado para el Corredor Atlántico. A estos no hace falta de que les convenzan, como al alcalde de la película de Cuerda, de que todos somos contingentes porque ellos de creen necesarios.