Los pelos de punta y la luz por los suelos
El coste medio diario de la electricidad en el mercado mayorista ha ido reduciéndose casi a la mitad en los últimos días al pasar de los 53,19 euros por megavatio-hora (MWh) del sábado a los 5,7 de hoy, lo que supone una rebaja de casi el 90 por ciento. Detrás de este espejismo, que se notará solo en la factura de la luz para los consumidores del mercado regulado, están estas molestas borrascas que a parte de ponernos los pelos de punta y los paraguas al revés, están disparando la producción de energía eólica y la hidroeléctrica, algo que se terminará notando en las tarifas del mercado libre en función del efecto que tengan estos bajos precios en un plazo más largo.
Por eso, para los regacionistas de las energías renovables, esos para los que el cierre de las minas nos abocaría en un futuro negro como el carbón, queda demostrado que la apuesta por las energías limpias empieza a dar sus frutos, aunque hay que reconocer que no todo lo que se esperaba.
Un ejemplo claro está en la energía solar. Las administraciones públicas están ofreciendo millonarias inversiones para que tanto particulares como sectores productivos apuesten por este modelo eléctrico. Uno de esos sectores son los regantes, a los que se les ofrece la oportunidad de rebajar su costosa factura de la luz invirtiendo en paneles solares con los que producir la energía que necesitan sus modernizadas instalaciones de riego. De hecho León acapara el 62% de las instalaciones solares fotovoltaicas de autoconsumo para regadíos previstas por la Junta de Castilla y León para toda la comunidad, que financia el 50% de la inversión, con el objetivo de lograr la mayor independencia energética posible para paliar los gastos de electricidad necesarios en los sistemas de regadíos modernizados, que se verán reducidos hasta en un 80% en los meses de riego, es decir, medio año. Hasta ahí bien. Pero ¿que pasa con los seis meses restantes? ¿Qué pasa con esa energía que se produce y que no se necesita para regar? Pues nada, porque las compañías eléctricas que ponen en marcha estos proyectos prohíben, en este caso a las comunidades de regantes, verter esa energía al suministro general, ni siquiera regalándola, por lo que se pierde. ¡Qué hipocresía más grande!, igual de grande que el negocio de las eléctricas.