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La pregunta boba, cómo no, tenía que venir de Otavito, y la planteó como intrigando: A ver, pensadlo un momento... un botellín de agua en cafetería os vale lo que os cuesta un litro y medio de gasolina (en aeropuertos o pubs pijos, cuatro veces más); y si tenéis aquí grandes yacimientos de aguas prístinas en una larguísima cordillera nevada, ¿por qué no os veo a todos como jeques?, ¿no véis que se gana mucho más con un litro de ese agua que con un litro de petróleo?, ¿a qué esperáis?... llenadlo también todo de pozos como en Texas o Kuwait para llegar hasta las bolsas de agua fósil de 300 millones de años que se encuentran a un kilómetro o más bajo tierra, y después dadle en los morros con ella a esos noruegos que se forran vendiendo agua de icebergs y glaciares, no tan antigua, pero también no contaminada de los malos humos y atmósferas ciegas que se rifaron por el planeta desde los meteoritos y volcanes a las marranadas que hoy disolvemos en el aire que va de aquí pallá y siempre vuelve cargadito con lo último que atropó. Ahí os quiero ver: Agua fósil cazurra de baja mineralización con una proporción calcio-magnesio extraordinaria y con la reórdiga en verso en la etiqueta, agua que permitirá ediciones premium en botella de cristal de la Granja de San Ildefonso y cajita de madera con sus pirograbados a hierro candente... ¡ricos, inmensamente ricos tendrías que ser aquí!... y sin obligaros a destrozar el medio igual que dejásteis joder toda esta montaña con minas, escombreras y cieloabiertos cuya riqueza se llevaron lejos los condes de gaitanes o marqueses de villaverdes; y encima seguís llorando que se cerrara el puto carbón como si os hubieran roto una pata de las tres que le quedaban al escaño de nogal del bisabuelo donde echáis siestas largas para hacer volar en ellas vuestro sueño provinciano al que volvéis como norias sin salir así nunca del eterno dar vueltas, la misma vuelta, y mandando el agua sólo a las cebollas o a las berzas, al huerto particular... como norias (y entonces exclamamos todos a coro: pero Otavito, ¿qué coños te hemos hecho?).