Cielos estremecidos
Le dije a mi mujer: «Me han invitado a la boda de Cervantes y Catalina». Antes de que ella saliera corriendo a tapiar mi biblioteca cervantina y alegase después que había sido el mago Frestón… le di explicaciones. El Ayuntamiento de Esquivias me ha invitado a impartirles una conferencia, en sus jornadas cervantinas, en las que conmemoran cada diciembre el desposorio, con una ceremonia teatralizada y vestidos de época. Ya se lo contaré. Mientras, he tomado en Valladolid un café con el leonés Pedro González, director de la Casa Museo de Cervantes. Una grata conversación acerca del humor cervantino. Cuando ya estábamos despidiéndonos en la puerta se nos advirtió desde la barra: «¡No han pagado!». Y la empleada añadió amablemente: «Cuando se tienen conversaciones interesantes pasan estas cosas». La tuvimos. En la venta de Juan Palomeque nos hubiesen manteado.
Ya en el tren de regreso, fui leyendo Ética y retórica de Jacobo Sadness (Vitruvio), bella poesía sapiencial de Santiago López Navia. Ojalá se convierta en el libro de mochila de los jóvenes: «Sufre el dolor de los que sufren/ para que tu dolor tenga sentido». Y para los padres, el de su mesita de noche: «pero con la bondad de tus razones,/ con el poder de una palabra amiga,/ verás acaso el cielo estremecerse». Acaba de publicar en la revista Crisol , de la Universidad de París Nanterre, un riguroso análisis filológico sobre Mortadelo de La Mancha, de Francisco Ibáñez. Regálense a sí mismos esta tronchante historieta larga y enriquezcan la lectura con el texto de dicho cervantista y su filología no cerrada a la cultura popular contemporánea. Resulta irónico —y muy justo— que sea Ibáñez, catalán de nacimiento, uno de los grandes embajadores de la chispa española. Y ya puestos a regalarse, añadan el poemario.
Mi mujer me espeta: «En Esquivias, compra lotería, que don Miguel nos trae suerte». Y precisa: «Para que toque tienes que frotar el décimo en el cogote de la escultura de Catalina que hay frente al Ayuntamiento». Respondí en erasmista: «No soy supersticioso, además solo funciona si lo pasas por el cogote de la junta directiva de la Asociación de Cervantistas». Ay, nuestros pequeños cielos, estremecidos de humor, amor y dolor.