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Por de pronto, Puigdemont está bien ancho y bien comido y hasta reprimiéndose cantar lo de Echenique: Chúpame la minga, Dominga, que vengo de Francia ... Pero también tiene un gran coro en su república donde asquerres, cumuns, cups o su propi partit le llaman butiflé y le abroncan por venir de la feria perdiendo el pollino, el órdago a la grande y rindiendo objetivos, demasiada cesión con tal de llegar a un acuerdo regulejo y así evitar ir a nuevas elecciones sabiendo quién las ganaría y tener que pasarse otros cuatro años entre Waterloo y Bruselas tragándose lo de su minga, Dominga.

Si es por abroncar y gritar, nadie se libra del clamor en alto. Si ganas, porque haces trampas. Si pierdes, porque te has vendido. Si tu coche mató al caniche, por mataperros será. Y así se va elevando el tono aflorando las palabrotas. Aún peor, las palabras malditas. Entonces alguien dice ¡¡a gritar, a la calle!! Y la calle se llena de gritos. Alzamiento popular. Es el día, arriba nos vamos. A gritar. Y saliendo del alma, a insultar si apetece... ¿y cuándo no apetece?... Después, el titular del papel-trinchera proclama: ¡España entera grita basta!... Ya no gritan sólo los manifestantes; grita la tinta, grita el rótulo de pantalla, gritan las luces del furgoneto antidisturbios... Y la turba se desgañita. El Jarabe de Grada hace de la ira orgasmo... y post coitum, tristitia.

Cuando un país se pone a gritar y a gritarse se nubla el entender y se ciega la oreja. Mal. Porque el grito es antesala del empujón, el empujón precede al puñetazo, del puñetazo a la navaja sólo hay un pelo, de la navaja al machete un nomemires... ¿y del machete a la pistola?... ¡Sangre de gritos, semilla de nuevos creyentes! Las arengas a la turba se vocean. Y así es imposible ponerse en los zapatos del otro intentando entenderle en algo su requerir o su resentirse. La razón y la calma no van por esa senda. Así solo se logra que el contrario se reafirme en su cerrazón. ¿Cuántos odiadores o indepes se bautizan con cada chaparrón de insultos, anatemas, columnas o manifiestos? Cada vez más, in crescendo. Y a peor se va.