Miau, viene Pavía
Se dijo siempre que en este país le ahorcan el pito doble en la garrafina a un general y te monta acto seguido un golpe de estado, una asonada, un cuartelazo. La irritabilidad de un sable jubilado es proverbial. Ayer se supo que cincuentiséis militares (tres generales, tenientegenerales, coroneles, comandantes y capitanes en la reserva) instaron formalmente al Ejército a que destituya a Pedro Sánchez. Así, por la buenas. Y por las malas ¿quién no se lo imagina?... La ociosidad del militar sin mando en plaza siempre fue un agrio cascarrabiar. En realidad no cede rango o poder ni paseando con gotero por el pasillo de un hospital.
La pregunta es ¿cómo tienen que proceder unas fuerzas armadas a la destitución de un presidente legítimamente constituído?, ¿mandando a un Tejero a secuestrar las Cortes y arrestando al jefe del ejecutivo?, ¿soltando los tanques por las calles hasta llegar a Ferraz entre los aplausos borrokos que allí se hacen rondalla y bronca cada tarde?, ¿deteniendo además a todo el Gobierno para que no corra la silla vacante?, ¿entrando a caballo en el Congreso como hizo el general Pavía en 1874, aunque no hubo tal caballo, pero sí guardias civiles que le hicieron el trabajo de disolver el Parlamento para que entonces les cayera el apodo popular de Guardia Cerril?...
Lo cierto es que la cantada de esos militares no va más allá del folklore cuartelero por más que quieran persuadir de que sólo quieren devolverle a España el estado de derecho que pervierten las fuerzas políticas acordadas para la próxima legislatura, así como la unidad inquebrantable de la nación que tanto resuena a un «por Dios, por la Patria y el Rey», aunque este último bien podría ser el próximo a destituir mandándole a un exilio de casino en Estoril. Sólo faltan en este rivaival Ayuso vestida de Agustina de Aragón y Almeida de Espartero, después de que éste haya convocado -«su» ayuntamiento, no su partido- a que los ciudadanos se manifiesten hoy en Madrid para dejarle claro al Hijo de Fruta Perrosanxe que la derecha es la voz de la calle, ese parlamento a hostias. Y ese ruido ya no cesa.