Diario de León

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Ese nivel, Maribel. Ya fuera en tribuna, escaño o gallinero, los que hablaron en la solemne sesión de embestidura del nuevo presidente del Gobierno -nada nuevo por ser el mismo de las dos anteriores carambolas inimaginables que le llevaron a La Moncloa- no lucieron mayormente galas oratorias ni el énfasis del verbo o esa cierta teatralidad del que vende convicciones firmes y que Rufián, el Escorzos, intenta emular con vicio. Y los pocos destellos que pudieron parpadear fueron goleados por discursos previsibles, tochetes, leídos, y además -por buscar el dar que hablar- forzadamente trufados de alguna gracieta, unos versos, un dato tremendo, tres o cuatro vergüenzas ajenas, una chicuelina... y a corrales. Vaya si lo saben sus jefes de prensa. Y los apuntadores. Los titulares y las negritas van por ahí.

Ese nivel, Maribel. Tal es así, que los más difundidos ecos de esa sesión hablan de Sánchez, que citó a Machado, y Feijoó -muy sobrado- le corrigió completando el verso que al parecer callaba, ¡y no no era de Machado!, sino de Ismael Serrano (¿y no le cortó el ramonín a su apuntador?). O la espantá de la bancada Vox largándose del hemecisco por no oír la respuesta de Sánchez, o sea, abandonando insolentes su puesto de trabajo por la cara sin que les signifique despido, expediente al menos o el obligado descuento en el jornal. Y después estuvo lo de Ayuso, pillada como si fuera un eco de lo mismo que se voceaba fuera, en la calle... ¡hijo de puta!, le dijo a Sánchez al mentarle a los suyos. Y su desmentido fue encima regodeo: dije «me gusta la fruta» (¿hijo de fruta?; a su Rodríguez apuntador se le vio la oreja) y media España rió el ¿ingenio? de la brava Maribel. Así se habla. Ella también despotrica, lo exige la patria ante el abismo. 

¿Cree el lector que hay un solo buen orador hoy en nuestras cámaras? ¿Se echa de menos la vieja finura o nos vale esta medianía de poca idea pronta, nulo estilo, ausente el ingenio y la palabra rotunda? ¿Habrá mañana algún Castelar, un Ortega?... Difícil, no hay escuela. Pero apuntadores, a punta pala.

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