Gracias y perdones
Tendríamos todos que coger ahora mismo, pero ya, una cuartilla y anotar sin dolernos prendas la letanía de momentos y gentes a quienes deberíamos dar las gracias, confiando en que no todos hayan muerto librándonos así de la deuda y que aún queden acreedores que agradecerán infinito este pago tan nimio... y tan moroso. Porque dar las gracias sale bien barato y hasta borra cuentas. Cuestión de honestidad. Cuestión de estilo.
Es urgente hacer esto ahora que estamos indignados con nuestros políticos, muy cabreados en general, otoñeando el ánimo, sitiados por noticias con truenos climáticos y bombazos en Gaza que zapan abismos, agobiados por un futuro cada día más incierto o asaltados por el encarecimiento de la vida y el euríbor, ese hijoputa. Pongámonos sobre esa cuartilla. Anotemos. En el tiempo dedicado a esta tarea no pensaremos en todo lo anterior y ese agobio se disipará al menos un rato; muy bueno para la salud mental y la frialdad exigida en estos tiempos calientes tan recalentados y atizados perversamente en la política, en las ganas y en las prisas que todos exigen. Relajaos. Recordad. ¿A quién le debo? ¿A qué o a cuál le agradezco estar aquí y no allí? ¿Quién me ayudó, me libró, me alentó, me avaló o defendió sin ningún otro interés?... Lo larga o corta que salga esa lista medirá la categoría de quien la hace, su honradez y altura. Y por lo mismo que hay que dar las gracias, es urgente perdonar. Y también pedir perdón a quien debemos, puteamos, olvidamos, vetamos o calumniamos. Nos aliviaría. Y aflojaríamos así la maldita agresividad que nos nace de nuestra ira divina y de tener la razón absoluta que nuestra ceguera pilla por el rabo en redes o corros.
Hay que saldar deudas, gratitudes y perdones. Nos hará entender al otro en algo o buena parte. Y eso, sólo eso, permitirá ensanchar campos de paz. Fuera chulipleitos y trincherismos, hay que aclararse, abrir oídos, orillar pasados que pesan, negociar un mañana calmado, ¡venga esas cinco!... y nos levantaremos cada día dando gracias, pidiendo perdón y hartos de guerras. Y de gritos.