Como la boda de la hija del padrino
Hace no tantos años, los mismos inquilinos que siguen hoy en La Moncloa montaron una ingente chapuza legal para combatir el covid. Desoyeron todos los avisos y reiteradamente aprobaron un estado de alarma y unas medidas que fueron desautorizadas totalmente por la Justicia. Pero, de manera lamentable, con los desesperantes tiempos que usa la Justicia. La que incluso desbarató intentos de coladera, por la puerta de atrás con un decreto ley urgente, de asuntos como la fusión Seguridad Social-funcionarios que ahora se deberá tramitar en tiempo y forma.
Sin despeinarse, se mantuvieron al frente del barco que se hundía repitiendo sin cesar un ‘sí es sí’ que sacaba de las cárceles a todo tipo de monstruos. También nos decían que todo eran acusaciones infundadas de unas cavernas de no sé qué tipo... que decían cosas inciertas... aunque el tiempo dio razones.
Ahora, vivimos otro episodio que envía el balón mucho más lejos. Con el dominio absoluto y sin precedentes que tiene La Moncloa sobre el Tribunal Constitucional —a largo plazo salvo defunciones que nadie debe desear— sólo podrán llegar las soluciones desde la Justicia europea. Y eso precisará casi un cambio de generación.
El espectáculo de la política nacional está superando los peores esperpentos. Unos y otros dan prioridad a asuntos irrelevantes para una sociedad que sí precisa respuestas a lo que realmente le afecta e importa. No es cuestión de demagogia. La investidura presidencial eclipsó el balance nacional de listas de espera médicas. Van a peor en el global, y curiosamente con territorios como Cataluña —tan sobrefinanciada— a la cabeza. No hemos oído nada en los debates sobre cómo mantener la sanidad, las pensiones, la manera de frenar una España cada vez más vaciada y con unas infraestructuras más desfasadas, con miles de personas migrantes que se buscan la vida en las calles sin papeles ni defensas frente a las mafias... Todo esto no existe. Estamos a otra cosa...
La foto del nuevo gabinete de Pedro Sánchez ha ofrecido un giro. Ya no hay frikies. Todo corbatas y miradas serias. Hay que parapetarse en los fieles. Los dispuestos a lo que sea. Recuerdan a los sicarios que rodeaban al padrino el día de la boda de su hija. Cuando Bonasera se humilla para congraciarse con don Vito... Eso sí, encerrados en una sala, ignorando lo que ocurre afuera...