36 años sin Mari Trini
La violencia de género tiene miles de años de historia. Y se ha condenado en épocas de la historia que nos parecen increíbles. Hace 399 se dictó en Alcalá de Henares la primera orden de alejamiento conocida por un caso de maltrato a una mujer. Francisca de Pedraza fue protegida por el rector Francisco de Ayala de la universidad alcalaína. En León tenemos otro caso de hace 144 años. Antonia Cid, vecina de Villademor de la Vega, logró que su marido, Santiago Alonso, fuera condenado a cinco días de arresto por la paliza que le propinó y que la dejó incapacitada de un oído.
Pero son muchos, la gran mayoría, los casos que se han perdido en los desagües de la historia sin que las mujeres hayan tenido justicia, ni compasión social, ni ayuda. Algunas sobrevivieron como pudieron, otras murieron estigmatizadas y hubo quienes desaparecieron para siempre. Sin dejar rastro. Mari Trini, María Trinidad Suardíaz Sueiro, la mujer asturiana que desapareció con su hija Beatriz Da Silva en 1987, fue una mujer maltratada y posiblemente asesinada, aunque su marido se marchó de rositas en los juzgados de Gijón en abril de 2018. Fue puesto a disposición judicial en una operación conjunta de las policías portuguesa y española pero la jueza del caso no le sacó ni una palabra que pudiera incriminarlo en la desaparición de ambas mujeres.
Las violencias machistas tienen hoy múltiples caras. Las jóvenes y menores no son ajenas, sino todo lo contrario, a estas conductas cuya raíz es estructural y se asienta en creencias y estereotipos arrastrados por los siglos de los siglos.
Las mujeres, en España, adquirieron sus derechos civiles en 1931 y pudieron votar por primera vez hace 90 años. Ha pasado un siglo y una larga dictadura y la lucha continúa. Fue la conquista del cuerpo legal, ahora estamos en la conquista de nuestros cuerpos: derecho a no ser asesinadas, golpeadas, insultadas, despreciadas, relegadas, castigadas; derecho a decidir, como reclaman desde León las mujeres con discapacidad; derecho a que no nos impongan un embarazo ni tampoco un aborto cuando no conviene a ‘normalidad’ gestar una criatura. Derecho a no ser sobadas, violadas, baboseadas, usadas como vasijas, vendidas y compradas... Que se niegue la existencia de estas violencias tiene un único fin. Quieren desactivar a un movimiento feminista que socava los pilares del patriarcado y del capital. La agenda de los cuerpos y los cuidados les aterra.
Los avances jurídicos y sociales son muchos pero la violencia hacia las mujeres continúa. Y lo hace desde las más jóvenes hasta las más mayores. Como una serpiente a la que se le corta la cabeza y vuelve a renacer con más cabezas, la violencia se ceba desde abajo, en las conductas sexistas de cada día, socialmente aceptadas y toleradas, hasta los asesinatos que este año han alcanzado ya las 52 víctimas mortales. Mari Trini Suardíaz y otras muchas no están en ninguna estadística.