Diario de León

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La cumbre del clima arrancó ayer en Dubái (Cop28) con todas las esperanzas puestas en corregir el imparable calentamiento del planeta y evitar los peores escenarios hacia los que nos conduce un cambio climático acelerado y fuera de control. Si todos los países cumplieran con sus compromisos oficiales pactados en la cumbre de París en 2019 para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero se conseguiría el aumento de la temperatura media global a 1,5 grados para finales de siglo, el objetivo más ambicioso al que actualmente nos enfrentamos.

La cumbre comenzó con el informe anual del clima de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), que reveló que el año 2023 no sólo va camino de ser el más cálido del que se tiene registro, sino que también batirá récords en concentraciones de gases de efecto invernadero y en retroceso del hielo en la Antártida. Pero no hace falta que nos vayamos al continente más austral del planeta para comprobar los efectos del cambio climático, unos efectos que han pasado del negacionismo histórico de una gran parte de la sociedad, auspiciada por una incompetente clase política que nos ha precedido, a la normalización de una situación a la que parece que nos estamos acostumbrando, con estos inviernos suaves que nos alejan de esos inviernos fríos típicos de León.

Y es que según este informe de la OMM, a falta de datos de los dos últimos dos meses, 2023 será el año más cálido de los últimos 174 en los que hay observaciones. La agencia de la ONU también indica que todo apunta a que 2023 también superará los récords históricos de concentración de gases de efecto invernadero.

La emergencia climática no puede esperar más y la descarbonización de la economía tiene que ser una realidad antes de que sea demasiado tarde y no podamos controlar las dramáticas consecuencias del cambio climático, que ya se dejan notar en la agricultura. Pero poco podamos hacer mientras no se selle ese acuerdo mundial por conseguir cumplir con ese acuerdo de París que marcó un antes y un después en la lucha contra el calentamiento global, ya que a día de hoy, ninguno de los países del G20 está reduciendo las emisiones a un ritmo coherente con sus compromisos para avanzar hacia una economía neutra en carbono.

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