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Xavier Marcet, experto en estrategia, innovación y transformación de empresas ha creado un concepto que le viene como anillo al dedo al presidente Sánchez: «el egosistema». Marcet dice, entre otras muchas cosas, que, a veces, parece que las cosas se hacen para que no pensemos; que no hay políticas sanas en sociedades insanas (aunque también se podría formular al revés: no hay sociedades insanas si hay políticas sanas); que liderar es servir, no servirse; que trabajamos para la gente y no al revés; que vivimos de los clientes (en política de los ciudadanos) y que hay que respetarles y no mirarlos por encima del hombro. Y dos cosas más para terminar: el gap, la distancia entre lo que decimos y lo que hacemos debe ser muy pequeña porque al que hoy está arriba sólo le queda una cosa: bajar.

Perdón por relacionarlo con el presidente del Gobierno. Todo lo dicho, pero sobre todo lo del «egosistema»: pensar que absolutamente todo gira en torno a él, que todo vale para preservar su figura y que sólo lo que él decida es lo bueno para el país. Este pasado martes, el presidente Sánchez acudió un acto internacional en la Fundación Pablo VI de Madrid, una institución cultural y de estudios superiores. Al margen de las medidas de seguridad habituales del presidente, mayores que las del Rey, cuatro líneas de seguridad, para evitar que la gente no ya se acerque sino casi que pueda verlo, los estudiantes que esa Fundación, apenas un centenar, recibieron una comunicación de la dirección pidiéndoles que se abstuvieran «de realizar cualquier acto que pudiese comprometerles de manera institucional», porque, en otro caso, podrían enfrentarse a una sanción administrativa.

La nota seguía diciendo que la policía «ha tomado todas las medidas necesarias a fin de identificar a todos los que estamos en el marco de la institución» e instaba a los residentes a que «no se abran las ventanas durante el citado espacio de tiempo —de 13:00 a 14:00— por indicación de la policía. ¿Una anécdota? Algo más, un asunto grave, aunque menor que otros, absolutamente significativo de lo que nos está pasando. Estoy en contra de los insultos al presidente o a cualquier persona, pero no todos tienen y utilizan los recursos de los que dispone el presidente del Gobierno.

En ese «egosistema» de Sánchez, la primera reunión entre Junts y el PSOE para avanzar en la amnistía para los delincuentes, redactada a medias entre éstos y los enviados del Gobierno, se va a celebrar en Suiza; sabemos ahora que el Gobierno de ese país, con el que España mantiene relaciones fluidas, apoyó a los delincuentes de Tsunami Democratic, al propio Puigdemont, a Marta Rovira y a dirigentes de la CUP; que Junts y ERC contactaron con los verificadores de ETA; y que Puigdemont ya ha anunciado que si Sánchez no cumple, apoyaría una moción de censura del PP. Sobre todo esto, ni el Gobierno ha pedido explicaciones al Gobierno suizo ni ha rendido cuentas en el Parlamento ni el presidente ha comparecido ante los españoles para explicar asuntos de tanta gravedad.

En la apertura de la nueva legislatura, el Rey Felipe VI ha dicho que tenemos «la obligación de legar una España, sólida y unida, sin divisiones y sin enfrentamientos». No va a ser fácil. A esa apertura no han asistido Junts, ERC, Bildu y el BNG, la mitad de los socios de Sánchez, en un nuevo episodio de deslealtad institucional. Estos tres últimos, además, han hecho público un comunicado en el que aseguran que «la Monarquía es una herencia del franquismo, una institución incompatible con los principios democráticos, que no nos representa». Pero allí siguen, votando y cobrando. La otra parte del Gobierno se querella contra los jueces y les acusa de lawfare . Estos partidos son los que sostienen el «egosistema» de Sánchez», son el «egosistema» de Sánchez.