Intermodal, por decir algo
Para cazar jabalíes, hay que pensar como jabalíes. La máxima se extiende por los pasillos de la cadena trófica, hasta resumir la relación ancestral de depredadores y las especies que los sostienen. De esa forma, cazar conejos debería resultar igual de sencillo para la garduña que chupar sangre fresca de gallina, o al gavilán hacer suyo el sueño de la paloma. La técnica no se implementa en el caso de los políticos cuando cazan leoneses, y su voluntad dócil. Los políticos piensan como leoneses cuando deciden comer la oreja con asuntos como la estación intermodal. Intermodal se puso de moda en los sermones por los evangelios de la Unión Europea, que le daban el cometido de palabra fundacional de la nueva creación. Al séptimo día, Ursula iba a descansar de la genialidad de devolver en dádivas y limosnas del next generation una cuarta parte de la talegada que le birla al contribuyente en forma de impuestos. Intermodal es el adjetivo del quinquenio interminable. Si un recién alfabetizado pide cita en la Real Academia y no le convence la definición, sistema de transportes, dispuesto para que puedan utilizarse distintos medios, que asome el morro en Sancho el Gordo (se conoce que la diversidad no era materia curricular en las aulas cortesanas del siglo X) y ver la cara de estampita entre la estación de tren y la (mal llamada) de autobús. Ya verá como entiende lo del timo sin que se lo cuenten. Que el leonés abducido se tome dos pastillas, por si con el tiempo de obra y el relato que adobó la espera se creía que frente al paso que iba a ser del Ponte Vecchio en la ínsula de Cecilio y otros herederos del pasto cívico, surgiría una réplica de la Tiburtina romana a orillas del Bernesga, un Madison para incitar a que Guzmán, el Bueno, abandone la peana, deje el puñal y decida poner tierra de por medio, solidario con todo el gentío que tiene que ver desfilar, condenado a no volver. Hace unos días, le escuché a Julio Llamazares definir el ruido de las ruedas de las maletas sobre la acera y el alicatado de los andenes como la banda sonora de la cruda realidad de León. No hay nada más injusto que hacer partes iguales entre desiguales (II). Intermodal no será, pero el escudo y las letronas que dejan se ven desde la Candamia.