Diario de León

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Entre la decoración navideña de mi casa no falta nunca el portal de Belén, un recuerdo familiar. El pesebre, los pastores, la mula, el buey, los reyes magos y ‘el misterio’ —como llama mi madre al nacimiento—. Mientras coloco la estrella suenan las señales horarias en la radio y comienza el informativo. «Save the Children denuncia la dimensión espectacular de la violencia y el horror en Gaza y Cisjordania», dice el locutor. «La violencia y el horror que vemos en Gaza, pero también en Cisjordania, es algo que no habíamos visto. Es algo totalmente sin precedentes», alerta Gloria Donate, directora de programas de Save the Children en Ramala. Tengo que parar.

Me siento un instante delante de la tradicional escena que monto en el salón y miro fijamente la figura de San José, que en ese momento tengo en la mano y que mi madre decoró con la ilusión entregada a las tradiciones familiares. Esta escena que recordamos en estas fiestas dicen que pasó hace aproximadamente 2024 años (una fecha no creíble) en el mismo lugar en que Hamás e Israel libran en este momento una cruenta guerra que ha convertido en un infierno la vida de los palestinos con la muerte de casi 8.000 niños y niñas, a los que hay que sumar los miles de menores desaparecidos.

Belén está en Cisjordania. Es una ciudad cubierta de escombros, de luto por la guerra que se libra en la franja y que ha causado 20.000 muertes. Mientras esto ocurre en el mismo lugar en el que nació Jesús, en esta otra parte del mundo cantamos villancicos para recordar un hecho histórico que emergió durante otra ocupación, la de los romanos. «Hacia Belén va una burra...» y me veo incapaz de seguir ese relato infantil mientras escucho cifras de muertes, heridos, bombardeos, secuestros, asesinatos y violencia extrema en una zona del mundo que encierra un profundo significado bíblico.

Pero la religión no tiene nada que ver con el conflicto entre Palestina e Israel. El origen es, como entonces, la colonización. El periodista judío Theodor Herzl acuñó el término sionista en 1896 y tras varias propuestas para crear un estado judío en las que barajó Argentina, Uganda o Chipre, entre otras localizaciones, finalmente señaló a Palestina por todo el peso religioso que tenía la zona. La creación del Estado de Israel en 1948, después de la Segunda Guerra Mundial, desfiguró violentamente el territorio, partido en dos, y expulsó de sus casas a más de la mitad de la población palestina. Desde entonces las guerras no han cesado y en esta última se libra una batalla sin parangón. Se me atraganta el turrón. «¿Dime niño, de quién eres...?»

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