León en madreñas
El escudo oficioso de León se apea en un par de madreñas cruzadas. Sobre el símbolo esculpido en madera, de abedul, castaño o haya, cortada siempre con la luna en menguante, se sustenta una de las señas que han definido el manual de resistencia de esta tierra durante siglos. Paso a paso, sobre caminos embarrados, trochas entreveradas por las trombas de agua, tolveras de nieve que cegaban el paso de las calles, caminos espejados por la helada como navajas de plata, cuadras de las que sacar el abono, el pueblo leonés ha caminado sobre el lecho vegetal que se aúpa a hombros de tres tarucos de piorno. Esa distancia aísla y protege, en equilibrio, para sacarle ventaja al medio con sus propias armas: una muestra de ingenio para vencer a las circunstancias que ahora se erige como testigo de la supervivencia del mundo rural. Donde hay galochas a la puerta de una casa, desordenadas en el umbral del teleclub o disciplinadas en el atrio de la iglesia, como barcas varadas junto al resto de pares huérfanos a la espera de la huella que las habite, aun se percibe vida. Queda esperanza.
La madreña lleva en la propia raíz de su nombre un vientre materno en el que se gesta el carácter luchador de los deudos de la tierra. El golpeteo rítmico de los clavos de los tarucos sobre las piedras pone banda sonora a un territorio hostil que no regala nada. En desventaja, con todo en contra, la galocha afianza a los habitantes de los pueblos frente al empeño de las administraciones superiores por arracimarlos en las cabeceras de comarca, en las ciudades, en las grandes capitales, donde el coste de la prestación de los servicios per cápita mengua y las personas se traducen en rentabilidades. Ante el ecosistema mundo urbano, que crece a costa de que la capital leonesa dé la espalda a su provincia con una soberbia cateta y pierda el valor añadido que le aporta, la barca de madera remada por la azuela, lista para ahormar la zapatilla de cuadros forrada de lana, resiste en el quicio de la puerta de las casas. Su presencia desafía a los políticos que hablan de luchar contra la despoblación, pero que luego se limitan a promover iniciativas de fin de semana, vacaciones y parque temático de la naturaleza para el ocio de los señoritos a quienes molesta mancharse los zapatos con el barro y el cucho de las vacas. Frente a este ataque, León se levanta en madreñas.