Los cinco días de Muñoz
Todos los bulos y falsas creencias que el negacionismo de la violencia de género difunde y a los que en muchas ocasiones los medios de comunicación dan carta de naturaleza se están desmitiendo a mazazo en la Audiencia Provincial de León en el juicio contra Pedro Muñoz. Uno. Dicen que los maltratadores se les detiene sin pruebas y solo con el testimonio de la mujer. Mentira.
Pedro Muñoz tuvo cinco días de oro para borrar las pruebas de un delito. Desde el jueves 28 de mayo de 2020, cuando sucedieron los hechos, hasta la noche del lunes 1 de junio, cuando fue detenido por orden del Juzgado de Violencia de Género de Ponferrada. Cinco estupendos días en los que la víctima, Raquel Díaz, se debatía entre la vida y la muerte.
Este lapso de tiempo, en el que el hijo del acusado, como ha reconocido en la vista oral, limpió la casa, dio oxígeno a la versión de Muñoz de un ‘trágico accidente’. Lo llamativo y lamentable es que habiendo sospechas clínicas de que las lesiones de Raquel Díaz no se correspondían con una caída accidental, como confesó una médica en sede judicial, no se pusiera en marcha el protocolo y se alertara de inmediato a la Guardia Civil. Y, si se hizo, habría que preguntar por qué no se le detuvo antes y en qué momento es destitutido de sus cargos como concejal del equipo de Gobierno de Ponferrada.
Son preguntas que me hago a la vista de la curiosidad que he observado en el magistrado ponente del caso, en determinar si los recuerdos de Raquel Díaz pueden estar alterados por las lesiones sufridas. Interesa mucho saber qué ocurrió en esos cinco días que tuvo de regalo el presunto agresor.
Sembrar la duda sobre las víctimas es la vieja estrategia del patriarcado. Otro bulo manido es que las víctimas se aprovechan del sistema y denuncian para beneficiarse de privilegios económicos o de custodia de hijos e hijas. El caso de Raquel Díaz es paradigmático de una mujer que no sólo no denuncia el maltrato, sino que acude a un notario, presumiblemente coaccionada, para decir justamente lo contrario. Y lo escandaloso es que un notario da fe de semejante barbaridad.
El juicio por el crimen machista sigue esta semana. Veremos si la fiscalía modifica su calificación. Pero lo que ya hemos visto es el ambiente de complicidad con un agresor en el que vivía la víctima. La banalidad con que afrontan la violencia de género en algunas consultas psicológicas y psiquiatras y, en definitiva, la falta de filtros que permiten medrar a tipos como el acusado, que, por cierto, no sólo ha entrado a pie y sin esposas en el juicio sino que se le ha permitido ausentarse porque sufre estrés. Raquel Díaz ha entrado en silla de ruedas y desfigurada por algo más que el paso del tiempo. La vista oral es una ventana abierta a un caso paradigmático de las consecuencias que tienen el silencio social y el negacionismo ante la violencia machista.