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Hace 32 años, el escritor Antonio Gala, ya fallecido, anticipaba un futuro tecnológico en el que las inteligencias artificiales no serían capaces de hacer felices a las personas «pero les ayudará a pasar el tiempo». «¿Cuánto tiempo es para siempre?», pregunta Alicia al conejo blanco. «A veces, sólo un segundo» le responde el mamífero lagomorfo.

Instalados ya en este tiempo, con el año 2023 en extinción, 32 años después de las palabras de Antonio Gala, y tras decretar el Collins Dictionary que la abreviatura IA (inteligencia artificial) es la palabra de este año, no hay más remedio que dirigirse a este oráculo de sabiduría, como ya lo hiciera Alejandro Magno en Delfos o Siwa, para conocer el futuro de sus batallas.

Y sin querer cuestionar la inteligencia innata e ilustrada del escritor cordobés nacido en Brazatortas, municipio de la provincia de Ciudad Real, sino más bien con el ánimo de que el oráculo de la computación confirme esta revelación a la que no encuentro descosidos, hago una sencilla y directa pregunta a la inteligencia artificial: «¿Serás capaz de dar la felicidad?». La respuesta es de libro, exenta de un pensamiento filosófico, sino más bien de cuadernillo Rubio sin pretensiones. «La inteligencia artificial puede influir en diversos aspectos de la vida, pero la felicidad es un estado complejo que depende de múltiples factores, incluyendo relaciones interpersonales, salud mental y bienestar emocional. Aunque la inteligencia artificial puede facilitar ciertas tareas o mejorar la eficacia, no es garantía directa de felicidad».

El año 2023 acaba su tiempo como lo empezó, con frío y con virus. Así es el ciclo natural de a vida, un círculo que se completa para dar respuestas a las preguntas esenciales. Pero de la misma manera que ahora sabemos que las respuestas del Oráculo de Delfos a las preguntas políticas, militares y personales en la antigua Grecia tenían nula base científica, la IA estará a la altura de nuestras expectativas.

Dice José Mújica, ex presidente de Uruguay, que la inteligencia artificial sustituirá al capital en el desarrollo de los países. «El mundo se va a ir dividiendo entre los irrelevantes y los dueños del conocimiento. Si nos quedamos de brazos cruzados no vamos a servir ni para que nos exploten, porque no nos precisan ante la evolución tecnológica. Ahora ha aparecido un fenómeno que sustituye el tejido nervioso, esto es una revolución de otra categoría». Es decir, hay que ser más inteligente que la inteligencia artificial, y eso no significa que tengamos que memorizar datos y algoritmos, pero sí capacidad de razonamiento y de bien pensar, y si es posible, de pensar bien, porque este estar a la altura que propone Mújica significa también que ya es hora de que el buenismo, tan denostado, ocupe un lugar relevante en la sociedad.