Un año y algunas canciones
Entre los acontecimientos de estas fechas festivas, para mí ha destacado el concierto con el que el músico Rodrigo Martínez ha querido despedir el año en la capital leonesa. Fue un concierto sencillo, para la poca gente que se apretujaba absorta en la sala del Ateneo Varillas, con tan solo la voz y el sonido vibrante de las cuerdas de un buzuki.
Los que conocemos a Rodrigo sabemos que lleva toda su vida arañando la tierra y el tiempo. Algunos lo hemos acompañado muchas veces por carreteras y caminos, y nos hemos sentado a la orilla de la lumbre de muchas cocinas para escuchar no solo la música sino también las vidas de gentes que vivieron mucho antes que nosotros. Y luego hemos tenido la suerte de ver todo eso reinterpretado a través de su arte de músico excepcional. Y de paisano, que también así lo presentaron en el concierto a la audiencia, y que yo creo que es la palabra que más cabalmente lo define.
Pensaba en todo esto mientras escuchaba sus canciones. Pensaba en la penosa vida de los mineros, al son del Rabudixio, y en el pan negro del labrador, y en la vida pobre de siempre, esa que solo reposaba en el consuelo de la canción y la mano del amigo, del vecino, del amante.
Así despedía el año Rodrigo, un año en el que ha muerto otro gran músico, Shane MacGowan. Este cantante irlandés, que aparecía en el escenario desdentado y colgado del micrófono y del abismo de la vida, tuvo para los críticos la extraordinaria habilidad de juntar la música punk con la música folk. Sinceramente, pocas diferencias veo en el fondo de estos dos estilos musicales. Uno en el mundo rural tradicional y el otro en las grandes ciudades industriales representaron por igual la resistencia espontánea contra la cultura del salón y el señorito.
Y así, digo, despedía el año Rodrigo, agarrado fuerte al buzuki, un año en el que hemos visto avanzar el individualismo feroz en forma de ideologías que encubren lo peor de la codicia y el desprecio por el otro, el sálvese quien pueda. El triunfo del ultraliberalismo en Argentina, la deshumanización de las víctimas de Gaza, todas esas actitudes soberbias y violentas en lo político, los muertos en el Mediterráneo que a nadie importan…
Un año se va, otro viene. Las canciones de Rodrigo, pienso, nos recuerdan que hubo otros tiempos con valores que ahora vemos marchar y, por eso, su concierto tiene un significado valor de resistencia. Así lo sentía yo mientras escuchaba alguna de sus estrofas. Una, por ejemplo, decía así: Dicen que me vas a dar/ veneno para que muera/ y luego vas a llorar/ porque me tragó la tierra.