Diario de León

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Cosas banales pido para estrenar un año nuevo, pues don Vulgar volverá a dibujar los días venideros y sólo un rato lo extraordinario... ¡al carajo declaraciones líricas o trascendentes y pronósticos o promesas liadas en celofán o ilusión fatua!...

Y así, la resaca de las campanadas hizo hablar a tantas de los vestidos de otras, las famosas del chinchín y copalante, vestales del Templo del Espectáculo, carne blanca desgrasada embutida en lujos entreabiertos, de nuevo la mujer estupenda hecha jarrón lleno de jennys ¿empoderadas? y tan vacío de mujeres ciertas. El vestido de la Pedroche, por ejemplo, ya se considera asunto nacional. Otra vez. Así diez años llevamos. Fue ropa con mensaje para hacer filosofía de saldo bordando ahí cambios climáticos, mujeres en lanzadera o sensiblería ante los disparates y desastres que también tienen su calendario. Reparé en él porque decían estar confeccionado con tejido hidropónico donde crecían vivas algunas plantas y tenía mucha hoja redonda que de lejos cautivaron mi mirada por creerlas de una de las plantas de muros o roquedos que más me fascinan por su belleza y terquedad, la  umbílicus rupestris,  de hojas muy carnosas y con nombres populares no menos bellos y descriptivos:  ombligo de Venus, oreja de abad, gorro de sapo, sombrerillo, sanalotó ... pues además curan (eran las tiritas de nuestros abuelos). Pero no era tal, sino hojas de  capuchina , planta que en lo cantábrico cubre baldíos y ruinas ocultando en lindo una realidad sucia; o sea, sólo tapadera, Pedroche.

De ese vestido hablaban de mañanita los últimos noctámbulos y noctívagas que pedían chocolate con churros en una cafetería y lamentando yo que, resacosos como iban, no gozaran de la forma más rotunda con que hay que disfrutar esta clásica delicia, esto es, a saber: chocolate espeso ardiendo y vasito de leche helada al lado para mojar ahí el churro y rebozarlo después en la taza metiendo en la boca un incendio que aplaca al instante el frior. Lujuria del contraste, barato placer vulgar que un vulgar año nuevo merece.

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