Olvídate, vieja
Macagonrós, favor harían si paran un rato y dejan de inventar cuentos que, además, son baratos, de mucho copieteo al bies y de fabular a ciegas. ¿Qué coñu ye esa patraña linda y paleta de La vieya’l monte , ho?,¿ye que se les fue’l cencerru por les cuestes abaxu?, ¿tán de deliriu?...
Así de brutu y casi sin saludar entró al corro Otavito (Utavitu). Dice no llegar a comprender que el llionesismu romu y carracu té’mpecinau con la «La vieya’l monte» y envíscase n’istaurala en to Llión y sus circunstancies. Pero resulta que sólo en algún solitario pueblo montañés se citaba antaño a « La vieja del monte » y nada tenía que ver con el ropón que ahora échanle’ncima y su papelito de traer los regalos, ¡quitallá, Melchor!, siendo vieja sólo asociada a los pastores al abandonar en otoño los puertos y encargada de librar vianda sobrante de chozos y zurrones, pan sobre todo, algo de tasajo quizá; y a los críos les decían que era ella quien traía el humilde obsequio. Meterla ahora en Navidad son puras ganas de ir de pollo o polla intentando además cacarear; compleju de personalidá, adolescencia etnograciosa. Es más, en la práctica totalidad de pueblos leoneses ni puta idea tenían de la tal paisana (Otavito, modérate). Y ahora métennosla sin calzador buscando imponerla allí donde amarren perres públiques si pillan cachu en concejalíes o enreus vecináis. Y se dicen ¡qué coño hacen aquí los Reyes Magos o Papá Noel cuando León tiene su propia Reina Maga de la Navidad, la famosa, legendaria, única, autóctona, lobera y alternativa a los Reis y Santesclaus, ¡La vieya`l monte! , encargada ahora de traer los regalos, juguetes, la play, el patinete o la muñeca. Lo harán. Vaya que sí. Ya lo hacen. Y habrá quien lo compre por creerlo otro rasgo identitario más, ¡y exclusivamente llionés!, otra nueva seña para hacerse distintos, manía de querer tener rarezas inéditas, insólitas, mágicas, históricas o supercalifragilísticas. La gran mentira del supuesto Ramo Leonés de Navidad ya va colando, pero esa vieya’l forru, que se olvide, nun tién ni mediu pase (y lo de « Prestosu Ñadal », la risión).