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Que llegan los reyes! Ya, como cada 5 de enero. ¡Que no, que los reyes de España vienen el miércoles a León! El emocionante premio al Gumersindo de Azcárate nos regala una lluvia de monarcas de toda condición en pocos días en esta provincia esquinada en su privilegiado noroeste logístico. Bienvenidas sean todas sus majestades, aquí esperamos sus dádivas y gracias con ahínco.

Por si faltaba alguien de postín por estas tierras mientras el nuevo año se despereza, el mismísimo presidente del Gobierno ha elegido para tomar fuerzas frente a unos meses que serán de vértigo el acondicionado hogar de Jesús Calleja en Golpejar de la Sobarriba. Que Pedro Sánchez no le teme al temporal es algo de lo que no caben dudas, que salga a pedalear por la zona Alfa en el inicio de un ciclo de nieve ya tardío, quizá un síntoma de entrenamiento frente a adversidades extremas. No será en la montaña leonesa donde las encuentre, pero no estaría de más que tome nota de las coordenadas para encorsetar los desafueros de su mediático ministro Puente, al que le pone mucho ver a León en el barro.

Quizá de haber tenido a mano a tiempo las agendas reales y presidenciales, y de no haber pillado al paisanaje político local en el letargo navideño, este León durmiente habría argumentado una carta de peticiones larga y contundente de cuanto por aquí se debe. Quién sabe. O hubiera improvisado unas rendidas Cabezadas, inclinándose marcha atrás.

Quizá muchos sigan pensando en esta provincia que el rédito de lo que se pide a los Reyes Magos depende más de la generosidad de sus majestades que del empuje propio. Sobre todo cuando, como incomprensiblemente sigue ocurriendo (véase el caso de Chamartín) te acercas a Baltasar y es un señor embadurnado en pringue marroncete, en lugar de cualquiera de los muchos negros con los que te cruzas a diario. Y te retuerce la duda. ¿Caminamos hacia el futuro o involucionamos? Lo pensaré después del roscón, al modo Escarlata O’Hara. Pero poco avanza una sociedad que sacrifica en la hoguera de las redes a las niñas negras de San Ildefonso (racializadas, se dice), hasta acabar el caso en la Fiscalía de Menores. O cuelga y apalea a figuras de los líderes que no es capaz de vencer en las urnas.

Queridos Reyes Magos, he sido buena, porque así me lo inculcaron. A menudo rozando la gilipollez. La primera parte confío en conservarla hasta el final. La segunda me la voy sacudiendo. Poco a poco.