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Los Reyes Magos desahucian León como la Asunción de la Virgen los pueblos en agosto. Esta tarde, cuando se recojan los scalextric, las muñecas y los videojuegos, las colonias, los calcetines de dibujos animados y las maxibufandas de lana, la ciudad creará un vacío en el que se reconocerá su presente de espacio en calma, comercios con las rebajas a media asta, terrazas sin agobios para apurar el rayín de sol a mediodía y paseos sin retenciones por el centro. El imperio de la clases pasivas, con hora punta en las gradas de Botines para comentar la jugada y vallas de obra diseminadas para entretener el rato, toma el relevo al bullicio de estas semanas en las que, para quien no fuera de aquí, ni lo hubiera sido, se aventuraba el pulso de una urbe joven en la que los rapaces se atropellaban por la calle, los chavales aturdían con los gritos en las plazas y los grupos de amigos montaban guardia para asaltar un mesa suelta en la que acampar hasta que se vengaba el frío de la noche. Pero el trampantojo se desmontará no bien comiencen las colas de los coches en la salida de la ronda después de despedirse de la abuela. El decorado se descarnará con el cri-cri de las ruedas de las maletas sobre el adoquinado de la acera de Sáenz de Miera, donde la nueva estación de autobuses, en un acto de justicia poética, luce con profusión el logotipo de la Junta para que los guajes no se confudan sobre quién contribuye a hurtar la igualdad de oportunidades que evitaría que tuvieran que marcharse fuera de casa a buscarse la vida. Hasta Semana Santa.

Quedan las rondas de cañas y cafés a precios del Principado de Mónaco en esta ciudad de servicios para turistas, pero sin el nervio de un horizonte industrial que trascienda al empresariado que se reparte el botín de los contratos de las administraciones desde la moqueta de la patronal bronceada. Las oportunidades de los sectores con potencial quedan capadas por la apuesta política que concentra las inversiones estratégicas en el eje de Valladolidad, siempre con alguna pega para ejecutar aquí las infraestructuras a las que se fían el desarrollo, como la plataforma intermodaal de Torrneros. No hay voluntad para invertir en León, más allá del mantenimiento como urbe de ocio para fines de semana y vacaciones. El partido de vuelta del anuncio de El Almendro se juega desde mañana aquí.