Diario de León

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No es una hipótesis. Lo dijo el presidente del Gobierno. Puigdemont ha permitido que salieran adelante dos de los tres decretos que el Ejecutivo llevó al Congreso.

Lo permitió en el último minuto y después de una negociación que, de no haber sido aceptada por los socialistas, hubiera supuesto una seria derrota para el Gobierno, que con acierto de discurso ha puesto en primera línea las bondades que estas iniciativas tienen para la gente. Eso es indudable pero el debate no está en la bondad o no de las medidas adoptadas. El debate está en el camino recorrido para llegar al final. Bien está lo que bien acaba, dijo Pedro Sánchez, que una vez más ha salvado los muebles, aunque dudo que los socialistas en su conjunto se sientan especialmente satisfechos porque el camino recorrido para llegar al final deseado ha sido tortuoso y nada reconfortante.

No ha sido gracias a Puigdemont que el Gobierno ha salvado los muebles, ha sido gracias a la predisposición indisimulada del Ejecutivo a conceder a los independentistas catalanes todo lo que pongan por delante, como por ejemplo, delegar, nada menos, la competencia sobre inmigración, que se plasmará en una ley orgánica. Si hay algún asunto sensible y de Estado es precisamente el de la inmigración que es una realidad de extrema complejidad.

El Gobierno pretende comportarse como si tuviera mayoría absoluta cuando lo que es absoluta es su debilidad y Puigdemont lo sabe y no va a soltar pieza porque sabe que la legislatura depende de él y Sánchez se va a dejar utilizando como argumento último y casi único que la alternativa es el PP y Vox.

Resulta para millones de españoles casi un insulto que el Gobierno, mientras se rinde ante siete escaños, no sea capaz ni de una mínima conversación con el primer partido de España. Si creen que esto es un acierto, que así la legislatura va a ir bien, que está cumpliendo con las obligaciones institucionales dr cualquier Ejecutivo, se equivocan. Que ocho millones de españoles se sientan ninguneados, cuando no acusados de todos los males, no es una estrategia ni acertada ni digna pero es en la que se ha instalado Pedro Sánchez desde la más absoluta soberbia que no disimula con esa sonrisa permanente cada vez que considera que el PP ha sido derrotado.

Un error en política se paga más caro que un crimen, y el error mayúsculo de ignorar a esos millones de españoles tendrá su coste aunque en general se tienda a pensar que es incombustible. De momento, Puigdemont está dispuesto a permitir que el Gobierno saque adelante sus propuestas y así será hasta tanto llegue la amnistía, de manera que si la votación del miércoles fue agónica, como se ha dicho, nos esperan muchas más pero ya se sabe, bien esta lo que bien acaba, aunque el camino sea el de la cesión permanente.

Son dos las máximas de Sánchez: hay que hacer de la necesidad virtud y bien esta lo que bien acaba. Puigdemont ha tomado nota y tiene mando en plaza. El miércoles por la tarde fue un alarde de su poder permitiendo que no apoyando que el Gobierno salvara los muebles, salvo Yolanda Diaz, que fue la gran derrotada. La soberbia provoca malas jugadas...

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