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Un paréntesis, por favor, y disculpen la vagancia, es enero; así que ¡a ensayar risas!, nos dijimos en el corrillo; no parece año que nos estire la boca en alegrías achinando los ojos. Y no habrá mejor ejercicio para abdominales o esponjar el alma que una buena carcajada. Así que al huerto de la risa tonta nos fuimos buscando el patatal del chistecito y el árbol de la ciencia de lo zurdo y lo bisiesto.

No tardó nada Mariaje en arrimar el ascua a lo suyo: «¿ Cómo elegiríais a los tres hombres más tontos del mundo?... pues al azar ». Y por empatar en género, Otavito replicó: « Aparca una mujer el coche y pregunta a su marido ¿quedé muy separada de la acera?... ¿de cuál de las dos?, le respondió ». Mi gracieta es siempre la misma: « ¿Qué relación existe entre la ignorancia y la indiferencia?... y dijo ¡pues ni lo sé, ni me importa! ». Y aún quedaba Peláez: « ¿Qué es peor que encontrar un gusano en una manzana?... ¡encontrar medio gusano! ».

Pero en estas, don Sóstenes, ilustrado paisano omañés que fue notario en Ciudad Rodrigo y se sienta a menudo en una mesa contigua, pidió vela en este entierro de penas tentado por nuestras risas y metiéndole puya al terruño: « ¿Cómo distinguir a un leonés?... es el siempre quejoso que recela preguntando ¿y si nos quitan lo bailao? »... Como vio que nos hizo gracia flojita, rogó repesca por ir a por nota: « Un leonés que paseaba ocioso por las afueras de Joarilla de las Matas vio en el arcén de la carretera una lata de cocacola y, creyendo hacer un favor a la circulación, le arreó una patada mandándola a la cuneta... pero en estas salió de ella un genio muy pinturero y vaporoso que le dijo ¡suerte has tenido por liberarme de esa basura y mi gratitud bien te compensará!, así que puedes pedirme todo lo que desees o imagines, todo, no repares en cantidad o tamaño y así te lo concederé... eso sí, he de advertirte que de todo lo que tú me pidas le concederé justamente el doble a tu vecino vallisoletano. Quedó mudo y pensativo el cazurro. ¿El doble?... ¡el doble!... Prolongó un rato más su silencio meditando y al fin determinó: pues entonces, ¡que me quede tuerto! ».