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Un río volador es una corriente de agua en el aire, empujada por el viento.

Los ríos que vuelan son un fenómeno de la Amazonia, el pulmón verde del mundo, y se forman debido a la enorme cantidad de agua que se evapora de la selva.

Dicen los expertos que los ríos en el aire que manan del bosque más grande del planeta llevan tanta agua por el cielo que superan a la del cauce que da nombre a la región. Hasta veinte mil toneladas de agua evaporada, transportada por las corrientes hacia la barrera de los Andes, donde los surcos aéreos giran hacia el sur y el sureste del continente americano. Ciudades, industrias, plantas hidroeléctricas del sur de Brasil, de Paraguay y de Uruguay, de Argentina también, se aprovechan de ese agua voladora, explica el fotógrafo Sebastiào Salgado en el libro donde ha reunido una hermosa colección de fotografías en blanco y negro sobre la Amazonia. Son ríos vitales para el bienestar de decenas de millones de personas y afectan a los patrones meteorológicos de todo el mundo, añade Salgado, que expone esas fotografías en el Centro Cultural Fernando Fernán Gómez de Madrid.

Así que el peligro de deforestación que acecha a la cuenca del Amazonas, explotada por la industria maderera y la minería, también supone un riesgo para el ciclo de la lluvia. Cuantos menos árboles, menos agua evaporada, ríos voladores más pequeños, menos lluvia sobre Sudamérica, sobre el planeta. Y el calentamiento global, claro, es otra amenaza que reduce el agua que emerge de la selva en ese lugar inmenso donde todavía viven tribus no contactadas por la civilización.

Porque esas nubes blancas que se desprenden de la selva, como manojos de algodón, fotografiadas por Salgado cuando vuela en helicóptero sobre el cauce del gran río, sobre el Pico de la Neblina o el Guimaráes Rosa, que superan los dos mil metros de altura; esas nubes cargadas de lluvia que recorren el cielo a capricho del viento, que rebotan contra los Andes y se deshacen en algún lugar de la frontera entre Paraguay, Argentina, Uruguay y Brasil tienen los días contados si no se detiene la tala indiscriminada de árboles. El expolio que arrasa con todo. Y que nadie se engañe a estas alturas; nos estamos cortando las alas en realidad con el filo de la codicia.