El gran estilo
Viaje a Madrid, ida y vuelta en el mismo día. Afundación Abanca me invitó al acto de entrega, el pasado martes, de su premio de periodismo Julio Camba. Fui en tren, y una vez en Chamartin cogí un corta distancia hacia Recoletos. Me pasé una estación. ¿Menudo madrileño? No, soy ya más aquí. El acto era en Casa de América, en Recoletos hube de preguntar —uff— por la plaza de Cibeles. ¿Menudo madrileño? Caminaba en dirección contraria, como siempre que viajo sin Marta. Un joven me orientó, quizá preguntándose «¿desde qué pueblo vendrá este a coger sitio para celebrar la próxima copa?» Faltaba casi una hora y me metí en el café Gijón. Algo descafeinado, no estaban Valle ni Baroja. Pedí algo y sobre una de sus mesas de mármol preparé mi sesión del taller El Quijote para los mayores, del día siguiente. Al verme allí concentrado ante un libro, ¿se preguntó alguien si era Marukami? Aunque a quien dicen que me doy un aire es Puigdemont, ya lo siento. De trasero inquieto, enseguida me dirigí a mi destino. No llegué el primero, estaba ya José María Merino. Me explicó: «Soy tan puntual que he perdido aviones por llegar demasiado pronto». Luego, ya en casa, me pregunté si aquello suyo fue retranca leonesa, humor inglés o la pura verdad. Creo que esto último. Por cierto, un amable asistente se le acercó y le llamó Luis Mateo, en segundos se dio cuenta del lapsus y pidió disculpas. Y él: «Por favor, muchas gracias, me encanta. Me pasa siempre». Qué gran estilo.
Juan Pedro Aparicio llegó poco después. Qué libro tan bonito se podría escribir sobre la amistad entre ambos escritores leoneses, y de ellos con Luis Mateo, entre otros, vivos o ya muertos. Sí, la amistad es estilo. Nunca fueron mafia leonesa, sino excelentes autores que se quieren. Y siguen. En cambio, los clanes literarios son meras bandas. Nada que ver. Nunca he creído eso de que con buenos sentimientos no puede hacerse buena literatura, y además sé que no hay verdadera amistad sin ellos.
En mi mesa, entre otras muy gratas compañías, estaba Menchu Lamas, sencilla y mágica, gran estilo. Veo ahora imágenes de su muestra en el Musac y lamento mucho habérmela perdido. Otro tesoro que he desperdiciado, y tan cerca de mi casa. ¡Menudo leonés!