Fuga rural en tres tiempos
Primero fueron los maestros y las maestras. Las puertas de las escuelas fueron cerrando unas detrás de otras. Con un portazo que sonó en los pueblos a sentencia de muerte. Pero en los palacios de la capital solo hubo silencio. Los burócratas borraban el nombre de la escuela con fruición. Una menos para la ardua tarea de sortear plazas, ajustar líneas de transporte y comedor...
Solo unos pocos pueblos resistieron con la pizarra en alto y aquel sueño de los colegios rurales agrupados, donde los pasillos son las carreteras y se comparten profes, fiestas y actividades extraescolares, fue menguando. Encontrar un maestro o una maestra que resida en el mismo pueblo que su escuela o muy cerca es como buscar una aguja en un pajar. ¡Todo el mundo a la capital!
Después... fueron los médicos y médicas. La crisis del ladrillo vino acompañada de recortes sociales y los servicios públicos no se han recuperado desde entonces. Además, ¿qué es eso de que tener un médico (o médica, que cada vez son más mujeres) para tan poca gente. Se fueron cerrando consultorios y la herida de los pueblos se fue agrandando. Quedaron los valientes, los más mayores, los resistentes de todas las guerras y de todas las crisis. Hubo quien tuvo que rendirse y reducir su visita al pueblo a unos meses de verano y tal vez unos días de primavera y otoño para no perder el gusto a los cambios que rigen las estaciones.
Ahora se van secretarios, secretarias e interventores. Los pueblos ya no tienen que los gestione. Alcaldes y alcaldesas hacen malabares para sujetar los palos del sombrajo de lo que queda de sus municipios. Para no perder subvenciones o intentar hacer las gestiones que la digitalización de la burocracia convierte en calvarios delante del ordenador, cuando no se cae el internet.
La crisis funcionarial de este cuerpo tiene su raíz en que se han pasado años, décadas, en sacar oposiciones y ahora, como dicen en los pueblos, no dan abondo . La solución de habilitar a personas tituladas de universidad sin oposición previa, como ha hecho la Junta de Castilla y León no gusta a los colegios profesionales. Creer que es abrir puertas falsas para desprofesionalizar la función pública.
La administración local en España tiene un problema. Hay más de 4.500 plazas de funcionarios sin cubrir. Este déficit estructural deja a los pueblos o municipios con problemas en precario. En San Andrés del Rabanedo, el personal estuvo sin cobrar el sueldo varias semanas porque no había nadie que quisiera la plaza. Si este municipio, que es el tercero más importante de la provincia y se pega con León tiene problemas, ¿qué va a ser de los pueblos pequeños, más o menos alejados de la capital?
No se puede luchar contra la despoblación con esta precariedad. Pero sobre todo, no se puede solucionar nada si no se promueve una generación que ame los pueblos, pero no sólo para ir de fiesta en verano.