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Ojear el ABC y leer seguramente algo en su manejable formato de ancho lomo me es una manía antigua recrecida especialmente cuando Javier Tusell dirigió en 1978 « ABC, doble diario de la Guerra Civil » enfrentando en ocho tomos las informaciones sobre la contienda que aparecían en las dos ediciones de este diario, la republicana impresa en Madrid y la nacional, improvisada en la Sevilla de Franco y Queipo de Llano, propagandistas y manipuladas las dos a más y no poder, revelador duelo sin salir de una misma cabecera que ha sido totem en la historia de la prensa española... monárquico y muy de derechas por demás desde su fundación.

También reconozco que lo que busco en ese diario abolla en algo mi criterio, pues suelo reducirlo a alguna de sus famosas Terceras (hoy algo segundonas, perdido el eco de Azorín, Pemán, Marañón, Pérez de Ayala, Aranguren, Cela, Arrabal), algún columnista (de Ruano/Capmany a Cuartango/Ángel Antonio Herrera), la viñeta (de Mingote ayer a Nieto hoy), el horóscopo (inquietante hace unos años, ahora filfa), el crucigrama (históricamente el más picudo de toda la prensa y, por tanto, un reto, sostenía mi tío el cura) y muy morbosamente las esquelas (tengo una verdadera colección de ellas); en cada una del ABC bulle una novela, sostenía don Camilo, pues aristócratas, generales o rimbombantes se desparraman ahí en alardes... y pistas. Pero desde hace ocho años mi primera búsqueda se va a la sección más corta de esas páginas, apenas una o dos líneas, el « Verbolario » de Rodrigo Cortés , deslumbrante penseur , director de cine y escritor de agudo ingenio que ha ido componiendo un diccionario para apercollar palabras y que vomiten un otro significado que quizá ocultaban, obligándonos así a repensarlas y a verles su ángulo muerto... o su doble o triple verdad (recuerda no poco al « Diccionario del diablo », 1906, de Ambrose Bierce, que tanto mal-bien me hizo). «Verbolario» se edita ahora en librito de muuucho primor (gracias, Susana) y es hora de que descubras inteligencia y le eches un ojo.