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Al parecer, los adolescentes españoles son flojillos en comprensión lectora y en matemáticas. Un desastre. En cambio, los de Castilla y León destacan en ambas capacidades. Me alegro, aunque quedará por hacer. Ah, nuestra propia edad remota. Uno de mis pánicos más kafkianos es amanecer convertido en el adolescente que fui. Mis padres desde las alturas darían un respingo al verme; cuando nos reencontremos querrán mi versión actualizada. Desde crío fui lector voraz y escribo desde que tuve lápiz. En cambio, lo de mi cerebro con las matemáticas ha sido un amor imposible. Nunca entendí, ni sigo entendiendo, por qué los siete magníficos no son seis en Canarias. Todavía cuento con los dedos, y si me faltan le pido a mi mujer que me haga el cálculo. Mi cuerpo estaba en el pupitre, pero mi mente en otra galaxia; y así no había forma de comprender los quebrados, no digamos las raíces cuadradas. La primera madurez en tu aprendizaje llega cuando comprendes que además de hacer lo que te gusta has de hacer lo que debes. Entendámonos, fui estudioso a mi manera, como Sinatra. Me inventaba asignaturas y me ponía exámenes en los que sacaba sobresalientes, y sin copiar del vecino. No me enorgullezco de mi método personal, ni lo recomiendo. Mucho mejor atender en clase. Pero sí, mis muchas lecturas propiciaron que estuviese preparado cuando la buena mutación tuvo lugar. Aunque tampoco fue tan sencillo como acostarme burro y levantarme delfín, hubo una larga puesta a punto. Pero sigo sin comprender porque los siete magníficos no son seis en Canarias.

En una etapa difícil, la solución no es ponérselo grotescamente fácil a los estudiantes, sino dar con fórmulas de enseñanza adecuadas. Soy del viejo estilo y creo en el esfuerzo. Todavía esta columna me está costando casi tanto como la primera.

Como no mejoremos el sistema educativo nacional -que somos todos, incluidos los padres- nos hundiremos en un tiempo oscuro, quizá ya estamos ya en él. En Castilla y León hay logros objetivos, aunque queda por hacer. A veces, en un adolescente todo tarda en encajar y nunca hay una única velocidad de maduración. Viva la lectura, viva la tabla del siete. Ah, lector, ¿te acuerdas cuando creíamos saberlo todo?