La atracción nacionalista
E n la encuesta del CIS sobre intención de voto en las autonómicas del 18 de este mes en Galicia, el Bloque Nacionalista Gallego sube con fuerza ocupando la segunda plaza con el 30% de los votos y superando en nueve puntos a los socialistas. El PP contiene la respiración porque si pierde la mayoría absoluta una coalición le podría desalojar del poder. El reforzamiento del BNG no hace sino confirmar la irresistible atracción del electorado hacia las opciones nacionalistas coincidiendo con la etapa de Pedro Sánchez en el poder.
El éxito de la presión nacionalista en Cataluña y Euskadi está funcionando como un potente efecto llamada para otras comunidades que otean en el horizonte las ventajas de reclamar un perfil identitario diferenciado del común. El brote de aspiraciones lingüísticas en comunidades como la asturiana o la aragonesa no son ajenas a esta fiebre chauvinista.
El caso de Bildu es paradigmático. Una fuerza política de izquierda independentista radical, administradora del legado de ETA, que gestiona varios centenares de presos y no oculta su objetivo de independizarse de España, ha tenido un trato de preferencia por los gobiernos socialistas. Esto, como dijo recientemente el candidato socialista a lehendakari, «sin asumir no solo que matar estuvo mal, sino que fue un error y es condenable». Sin hablar de arrepentimiento o colaboración con la justicia o supresión y rechazo de ongietorris. Y para guinda del pastel el electorado vasco le premia elección tras elección y ya está rozando la presidencia y llegar a Ajuria Enea.
Si el separatismo radical tanto en Euskadi como en Cataluña están obteniendo, además de un trato político respetuoso y de favor, mejores condiciones de financiación, transferencias antes imposibles y un estatus de comunidades de primera velocidad, la conclusión lógica de una parte del electorado español será apostar por las opciones nacionalistas locales cada vez con más intensidad.
El mensaje del PP y de Feijóo en esta coyuntura se centra en reclamar y defender la igualdad de todos los españoles, el derecho a ser educados en español, la contradicción de apoyarse en fuerzas disgregadoras para ocupar la Moncloa, la inconstitucionalidad de la amnistía. Ese es el contrapunto y el mensaje al electorado. Principios frente a prebendas. Moral constitucional frente a transferencias. Españolidad frente a identidad regional o local. La opinión pública intuye que si no hay cambios de gobierno el Estado camina hacia una confederación plural de países y hay que tomar posiciones. El que da primero da dos veces. Y los que esperan que Europa ponga el grito en el cielo, no han caído en que entre los 27 una España fuerte, unida, potente, no le interesa a nadie.