Diario de León

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L os cronistas políticos frívolos estamos disfrutando de lo lindo con esta legislatura. Los plenos del Parlamento, antes tan mortecinos y predecibles, se han vuelto de repente vibrantes y azarosos. Todas las votaciones se resuelven a los penaltis y con delanteros tan osados como Puigdemont, que los tiran a lo Panenka, nadie puede prever si el balón va a entrar o no. El pleno de la amnistía alcanzó, en este sentido, las más altas cotas de entretenimiento. ¡Y que haya gente triste que todavía prefiera perder el tiempo con series americanas! Dice el CIS que estos asuntos no interesan a casi nadie. Eso es porque el público está tan enganchado a Netflix que no sabe que la auténtica diversión, las carcajadas más irreverentes, se encuentran hoy en el venerable programa Parlamento , que se emite los sábados por La 2. Es una pena que no le pongan risas enlatadas; sería la guinda para convertirlo en una ‘sitcom’ a la altura de The Office o Big Bang Theory.

Entre la galería de actores de esta nueva temporada, magníficos todos ellos, confieso mi debilidad por Míriam Nogueras, la portavoz de Junts, que cultiva el método Stanislavski. Sus discursos de almíbar, de una amabilidad versallesca, respiran abrazos y reconciliación. Es Míriam la profeta del entendimiento, la humeante pipa de la paz, una ramita de olivo colgada en el dintel.

Gracias a ella sabemos que el verdadero objetivo de la amnistía no fue comprar siete votos, como murmuran los maledicentes, sino abrir una nueva y luminosa etapa marcada por la armonía y la cooperación entre los pueblos ibéricos. Aunque Rull y Turull acaben, como se rumorea, fichando por el circo Holiday, yo seguiré prefiriendo a Míriam.

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