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Cuerpo a Tierra. Antonio Manilla

Un brindis por León

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U n brindis por los cirios sin pábilo de esas luces led que entenebrecen las calles leonesas, por la iluminación flamígera que cada noche chamusca la piel de piedra de la estatua de Alfonso IX, por los rayos de sombra y los charcos de tinieblas que se forman en el sueño de los barrios apenas alumbrados por los escaparates y los pasos de cebra con placa solar. En esta ciudad que parece iluminada por un quinqué sin mecha ni aceite, repetimos alcalde. La sugerencia de las urnas fue esa, aunque últimamente tampoco es que se atiendan mucho en ningún sitio: son los pactos quienes ponen y quitan reyes. Aquí ni siquiera hicieron falta. No puede uno menos que alzar su copa en alto y proponer algunos brindis por los cuatro años que nos esperan, a tenor de los cuatro que los preceden.

Un brindis por los brindis al sol de poner banderas en los puentes, pintar leones rampantes para reducir la velocidad y los semáforos heráldicos que se ponen en rojo con un rugido. Por los arboricidios, las podas fuera de temporada y las externalizaciones que nos juran que no son privatizaciones de servicios: aceras, jardines, funeraria, entre otras. Por los caros análisis independientes, los buzones de ideas, la boyante demografía que ha inspirado la abortada idea de ser declarados «gran ciudad». Por los negocios surgidos en un par de viajes a Doha a gastos pagos, por la transparencia con que se han explicado, por las aceras mugrientas de los barrios y el servil acatamiento de las órdenes de los millonarios verdes del Foro de Davos que han redactado la biblia 2030.

Y, sobre todo, un brindis por los leonesistas que sostienen el palio para impedir que el sol queme el cutis de ese rostro municipal a cambio de cuatro declaraciones de intenciones —que no de propósitos—, dos tuits contra Valladolid y un enfrentamiento con un ministro que ya estaba amortizado. Gratis total. Otros cuatro años de este leonesismo con vocación de sostén y sujetador con aros merecen un brindis, porque probablemente será el último que sea posible dedicar a un partido que, si antes de un año, no da la vuelta a la tortilla, o se apunta algún gran logro tangible, desaparecerá del ayuntamiento en los próximos comicios sin ninguna duda. Por sus propios méritos, ya que a los electores no les gusta comprobar que sus votos, pudiendo no serlo, son inservibles. Inútiles.