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E l canciller alemán, Olaf Sholz, es socialdemócrata, y su partido, en Estrasburgo, se sienta con el grupo parlamentario al que también pertenece el PSOE. Vamos, que es de izquierdas, y no pertenece a partidos ultraderechistas, pero de la izquierda que, con el mismo ardor con que rechaza el nazismo, repudia el comunismo. Pues bien, el dirigente político de Europa que, desde hace más de un año, recuerda que nuestro continente está en guerra, es Olaf Scholz. Y no sólo lo advierte, sino que ya dedica el 2% del PIB de Alemania a gastos de defensa, y aboga porque se invierta más en fabricación de armamento. Sus declaraciones son muy diferentes de las de los socialistas españoles, y los comunistas, que hablan de las guerras, con la superficialidad de una miss en un concurso de belleza, diciendo que quiere la paz en el mundo.

En España, la izquierda está muy preocupada por la guerra civil y por la vergüenza de la APV (Amnistía Por Votos) pero en Europa están —cada día más— seriamente ocupados por las amenazas de Putin, y más desde que aparece Trump en el horizonte electoral de Estados Unidos, el candidato preferido por Putin, el dictador que, últimamente, no se inhibe de hablar de su armamento nuclear. Los países centroeuropeos y nórdicos saben muy bien que Putin se merendó Crimea, con un referendum parecido al de Cataluña, y que con Trump, o con cualquier otro, Estados Unidos no va a ser el que siempre, en una guerra, ponga más muertos y más dinero que los demás.

Finlandia, Suecia, y no digamos los antiguos países esclavizados hasta no hace mucho por Rusia, saben que el enemigo de verdad, no es la derecha, ni la ultraderecha, sino un sanguinario sátrapa, que no duda en asesinar o encarcelar a sus rivales, llamado Putin. Y, por eso mismo, los descabellados tanteos del separatismo catalán con el invasor de Europa, no van a ser descartados, lo diga el Cobarde Prófugo o Pedro I, El Mentiroso. No se trata de una modalidad de la guerra fría, sino de un peligroso personaje, al que pidieron amparo estos aspirantes a la impunidad. Estoy seguro de que tendrán amnistía, pero estamos en guerra, y no creo que —por muy amnistiados que queden— puedan pasearse por Europa. En todo caso, siempre podrán ir a Canet de Mar, y acosar a un niño que quiere estudiar en castellano.