Cerrar

LA VELETA ANTONIO SOLER

Garzon: carne picada

Creado:

Actualizado:

A lberto Garzón, a sus 38 años y después de haber vivido siempre de la política, buscaba empleo cuando de pronto descubrió que aquello en lo que siempre había estado trabajando era una factoría de hacer carne picada. Una trituradora de personas, según sus propias palabras. Los viejos camaradas le cerraron el paso hacia la nueva vida. Una vida más allá de la política pero con profundas raíces en la política.

Un lobby, Acento, con antiguos altos cargos del PSOE, del PP, de Esquerra Republicana. Eso que Garzón, no hace tanto, llamaba «la vieja política» y cuya finalidad sólo perseguía «espacios de interés privado». El pudridero del bipartidismo. La semilla del mal. La puerta giratoria como emblema de los vicios y la deformación de la política blanca, o roja, tanto da, que tanta repulsión le provocaba al ahora consternado Garzón.

Le han frustrado las ilusiones. Los cainitas. Los viejos compañeros de la llama del 15-M, aquel incendio de buenas intenciones. Los viejos compañeros y la hemeroteca. Pablo Iglesias, Echenique —y el propio Garzón de otro tiempo— afeándole la conducta. Y explicándole letra a letra una lección básica de la política e incluso de la propia vida. La venganza, el plato frío y todo eso. Tanto grito en el cielo comunista cuando el chalet de Galapagar para ahora enrolarse en un lobby y hacer caja. Iglesias le ha recordado que él solo ha recibido plomo y plomo, y que la plata solo la persiguen los que han vendido la hoz y el martillo al diablo.

El rebelde que mentaba al rey como «el ciudadano Borbón» en recuerdo tan romántico como naif de los jacobinos ha declarado sentirse profundamente incomprendido por «las dinámicas tóxicas de la izquierda». Quizá porque no se ha explicado bien, quizá porque el paso que ahora iba a dar no tenía nada que ver con aquellos «espacios de interés privado» que antaño denunciaba.

Su ingreso en la consultora del inefable Pepiño Blanco tendría que ser considerado como un «espacio de interés público» en la medida que era el premio a alguien que ha tenido tanto desvelo y padecido tanto estrés por todos nosotros.

Más o menos lo que han pensado todos aquellos que han cruzado una puerta giratoria. Solo que él, Garzón, se ha topado con la actitud inquisitorial de sus antiguos camaradas, convertidos ahora en simples charcuteros de carne ministerial.

No en vano había mostrado Alberto Garzón desde el ministerio de Consumo su repulsa por tanto consumo de carne. Quizá en lo hondo de su mente presintiera oscuramente que en un futuro no muy lejano él mismo podría convertirse en producto cárnico con etiqueta roja de la gran macrogranja de la política.