El lobby feroz
N o comprendo por qué Alberto Garzón ha decidido declinar la oferta de trabajo de la consultora Acento Public Affairs. Ahí le ha faltado al exministro presencia de ánimo. Un hombre capaz de organizar la primera huelga de juguetes de la historia no puede venirse abajo por cuatro mensajes airados en Equis. Hubiera sido hermoso y aleccionador ver a fachas, bolivarianos y socialdemócratas trabajando juntos en pos de una comisión. ¡Para que luego hablen las malas lenguas de bloques irreconciliables! Sus antiguos correligionarios han pensado que, de seguir Garzón por ese camino, probablemente Amancio Ortega le hubiera acabado escribiendo el prólogo de ‘Por qué soy comunista’, aunque tal vez estén exagerando.
Ahora que el exministro ha renunciado a la oferta de trabajo, me atrevo a solicitar el puesto a los directores de la consultora, don José Blanco y don Alfonso Alonso.
La prospectiva geopolítica, que era de lo que se iba a ocupar Garzón, es mi campo. Sin duda. Yo por dinero soy capaz de prospectar cualquier cosa, Pepiño, y encima tengo muy pocos seguidores en las redes sociales, así que no hay peligro de que me acobarden. Igual no llego al nivel geopolítico de Garzón, pero en mi agenda también tengo teléfonos importantes, incluidos los de un par de concejales de Alcantarillado y el de un quinqui que lleva ya tres condenas por robos en chalés. Esa gente sí que abre puertas, Alonso.
En provincias la vida es más sólida, pero también más triste, y a mí me gustaría probar alguna vez estos oficios nebulosos que se ofrecen en Madrid. Tiene que ser bonito trabajar en una empresa inexplicable, haciendo cosas inexplicables y cobrando un sueldo inexplicable.