Aúpa, Koldo
E ra muy bonita la relación entre Koldo y el exministro Ábalos, aunque haya terminado de una manera tan abrupta, con la intervención de la UCO por no sé qué comisiones ilegales. Yo he conocido a tipos como Koldo en todos los partidos políticos y en todos los equipos de Segunda B: lo mismo juegan de defensa central que de interior derecho porque el balón para ellos es un asunto secundario, una frivolidad de señoritos. Están oftalmológicamente diseñados para ver tibias y peronés donde los demás vemos seres humanos.
Koldo es un tiarrón de Barakaldo, de esos que le sacan dos cabezas al ciudadano medio y son muy cotizados en cualquier cuadrilla porque dan mucha tranquilidad en las noches locas. Leo que el propio Pedro Sánchez, en una de sus vidas anteriores, lo definió como «el último aizkolari socialista» y hasta lo ensalzó bizarramente por ser «un titán contra los desahucios». ¡Lo que hubiera pagado Ortega Smith por un elogio semejante! Es inadmisible que esta gente se le escape a Vox y a cambio los ultraderechistas tengan que conformarse con un tirillas como Buxadé, que debe cultivar el terror psicológico porque físicamente no resiste un empujoncito.
La polivalencia de Koldo no se puede negar: lo mismo hacía de chófer que de guardaespaldas o de consejero de Renfe. ¡Consejero de Renfe! Tenía que dar gloria verlo allí sentado —imponente, totémico— entre tanto petimetre con másteres e ingenierías. Unos contando chorraditas de sus MBA y aventurillas pijas de sus hijos en Berkeley y a su lado un gigante de Barakaldo recordando historias de cuando repartía guantazos en el puticlub. Yo también lo habría escogido, Ábalos: ¡Mucho más entretenido Koldo!