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El diccionario se queda sin adjetivos calificativos superlativos para definir la realidad aumentada a la que nos empujan los cada vez más competitivos medios digitales y las redes sociales. Ya casi nada nos sorprende, aunque nos presenten un «acontecimiento consuetudinario que pasa en la mismísima rúa» —o sea, «lo que pasa en la calle», como defiende Antonio Machado en boca de Juan de Mairena—como si se fotografiara por primera vez la existencia de Dios. Si eso ocurriera alguna vez, ya no quedarían palabras en el diccionario que describieran tan trascendental hallazgo. Recuerdo a un popular presentador de televisión de una cadena privada, ya jubilado, que fue objeto de imitación por ser el primero en sobredimensionar las noticias en un telediario de máxima audiencia. «Impactantes», «sobrecogedoras», «inusuales», «inauditas», «espeluznantes»... El objetivo era captar la atención y la audiencia. Este presentador creó escuela y muchos discípulos replican la receta que, a fuerza de la repetición, ha perdido capacidad de llamar la atención.

Antes de que todo se convirtiera en superpluscuanmayúsculo gastábamos bromas a los becarios que decidían titular una noticia a cinco columnas. «¿Y cómo vas a titular cuando se muera el Papa?», le decíamos para que pusiera en contexto la sobredimensión de su valoración.

Ahora ya nada de eso sirve. Lo «impactante», «sobrecogedor», «inaudito» y «espeluznante» está a la orden del día, todo el tiempo. Y además, su importancia se mide en dimensiones cosmológicas. Ya no vale con cientos, ahora para que lo que hagas tenga un valor añadido tiene que sumar miles, millones, millardos o billones. Lo superpluscuanmayúsculo no tiene fin y, además, es adictivo y competitivo.

En la Facultad de Periodismo nos enseñaron hace cuarenta años que los adjetivos calificativos eran una práctica prohibida a la hora de redactar una noticia. «Si te salen, quítalos, archívalos ordenadamente en un cajón y, un día cualquiera, cuando estés escribiendo otra cosa que no sea una noticia, sácalos todos y utilízalos, date el gusto, pero aquí, no». Cuarenta años dan para muchos cambios, no sé si para mejor o para peor, pero lo que está claro es que la forma de comunicar y de llamar la atención ha dado un giro de 180 grados.

El lenguaje acompaña a la realidad social y en cuatro décadas las nuevas tecnologías, los big datas, la inteligencia artificial, los metadatos y el metaverso han creado nuevos universos que redefinen la realidad. Todo es ahora más medible y pesable y los límites se ensanchan con nuevas tablas de medir, como los adjetivos, que se quedan cortos. Si busca sinónimos de «inaudito» encontrará once acepciones que ya no sorprenden a nadie. El primero que utilice un nuevo ‘palabro’ se llevará el gato al agua.