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CORNADA DE LOBO GARCÍA TRAPIELLO

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H ebdómada horribilis... horrible semana a olvidar la de Pedro Sánchez. Tras el guantazo al bies en las urnas gallegas, le vino un Koldo con dos cacetas de caldo... caldo de culebras, muy digestivo tras un desayuno de sapos. Ahí le amaneció al presidente (¡presente!) otro trincón grandón que llevaba unos añitos amaneciendo él como el portero de las hostias que mete goles como panes. Suma y sigue. Sonrojo de rojos. Y es que después de aquello de los «100 años de honradez» hecho lema en 1979, vino un medio siglo de abollones y mazazos demoledores en la honra (Roldán, pringao, ¡si hubieras esperao!). ¿Iban los socialistas a librarse de esta lacra? (lacra: bonita forma de llamarlo).

Y es que la corrupción también es cosa transversal, flechazo que atraviesa el corazón de cada partido haciéndolos brocheta de una sola carne, aunque de tripas distintas, pero uniéndolos para siempre en lo bueno y para lo malo, en lo saludable y en lo enfermo, mientras se hacen votos de jurarse amor eterno por la pasta... sin olvidar que si el poder corrompe, el poder absoluto lo hace absolutamente (y ojo, una democracia puede legalizar absolutismos).

Bendita corrupción. Tiene amplio espectro, no es clasista, va desde el concejal que vende el voto por un sueldo en Encinedo al ministro enviciao que lo pilla de costao o que mira pa otro lao si el que trinca es del cortijo; y hale, alegría, ere que ere. Va del que firma en barbecho al que no firma y ya está. Va del funcionario robabolis al capitán de cocina. De corromperse, como de cagar, nadie se escapa, desde el criao hasta el papa. Bendita corrupción, a todos alcanza; y si da sombra la Corona, jalea real en bote. En fin, hoy Koldos, ayer Filesas y, atrás, Juanguerras dando la salida, ¡qué medio siglo! Y lo peor no es la ira y vergüenza nacional por venir de quien viene, sino la licencia que dan a toda la nación para hacer lo mismo en cada ocasión a huevo. ¡San Koldo bendito, ruega por nosotros! Y tú, robabolis, ego te absolvo a pecatis tuis... vete en paz, hijo mío, y no peques más... ¡si puedes!... y si no, vuelves... tú, tranqui.