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León en verso Luis Urdiales

Cómo hacer bueno a un ministro

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C onviene recordar que el de la risotada fue avalista de otro pacto por León, modelo recurrente que viene desde que tienen memoria los que acaban de cumplir medio siglo, y consiste en abrasar en una parrillada la voluntad popular que sale del recuento de las urnas. Lo bueno de los pactos por León es que no tienen que refrendarse, ni siquiera cumplirse, como bien demuestra la historia, la pirámide poblacional, la lista del desempleo, el peso del sector industrial en la economía, el destierro de los jóvenes, la cobertura del móvil y los agradadores que vienen de serie con un fato dentro. Y hasta el apagón de la señal de televisión. Sólo un avalista como éste podía superar al de Arenas, que fue otra charlotada suprema para ciscarse en la memoria de los padres que se desangraron para darle un futuro a los hijos, y que murieron sin saber que el sistema iba a arruinar todos sus sueños. Más allá de la analogía con la saga torrente, que vuelve a inundar de memes las redes sociales, el único cauce por el que fluye mínimamente la libertad, era fácil de predecir el final. No tenía nombre, como el del Tinell, ni el de la mantecada, ni el cívico, que también fue una muestra cojonuda de cómo se enfría el caldo en León, así que para distinguirlo entre la lista de infamias políticas arrimadas a dinamitar la voluntad, otra vez, de los que se atreven a desafiar al poder con el voto que no quiere estar sometido por el yugo castellano, se podía señalar por el apellido. El pacto era él. Igual que cuando un par de meses antes vino al centro cívico del Crucero (vaya sitio para presentar al guardaespaldas en sociedad, con más pelo y mejor pose que cuando dejó de ladrar y se puso a morder, ahí están las fotos, para la renovada cofradía de santo Tomás) a tirar del voto corporativo para llevar a Diez a la alcaldía. Si le preguntan ahora a los que fueron aquella tarde del veranote del 19 a la notaría a estampar la firma por el futuro de León que avalaba un valenciano refugiado político en Navarra con uno que le pasaba el hacha a Don Pedro en las fotos antes de llevar los avales (otra vez) a Ferraz, seguro que no se acuerdan ni de los veinte puntos, o más. Y ahí siguen. Empeñados en el plan para hacer bueno a aquel señor ministro. Con este ministro.