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Fuera de Juego Carlos Frá

Gana Alatriste; Ayuso fracasa

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E l Alatriste de Pérez Reverte es la crónica tantas veces repetida de ese Madrid pleno de pícaros y buscones que tan bien se refleja en la literatura española en todo tipo de momentos. Los clásicos de la edad de oro pusieron el acento en unos personajes, recreados cuatro siglos después por Arniches o los hermanos Álvarez Quintero.

Los sainetes y entremeses se sirven a la mesa de los españoles a diario desde que el Lazarillo hizo una buena recopilación de jetas autóctonos, de esos que, visto lo de los últimos días, no hemos dejado atrás.

El Madrid de las películas de los 50, con las trampas de Tony Leblanc, vuelve a las pantallas con el conseguidor avalado por el todopoderoso Ábalos, al que han pillado quitándose la mascarilla. De nuevo se oye lo de ‘no sabe con quién está usted hablando’, ‘díselo a menganito que ya te lo arregla’ o el ‘ya te lo miro yo’...

Cuando un motorista, al más puro estilo Nodo, fue a visitar desde La Moncloa a Ábalos —entonces ministro de Fomento e incuestionable amo de Ferraz como secretario de Organización—, éste acababa de inaugurar la restauración del Castillo Viejo de Ponferrada. El asunto olía ya aquel día a cadáver, con un clamor de sospechas. Y no por los cuerpos de varios franceses enterrados allí en la Guerra de la Independencia. Lo de jerarca valenciano, o más bien su entorno, era insostenible.

Ahora por fin la Justicia se pone manos a la obra. Es de algún modo la réplica de aquellas maletas venezolanas de Delcy que deambularon una noche por Barajas, con el mismo reparto de protagonistas. En esta España, con el Tío Berni organizando cenas de diputados en pleno estado de alarma del covid. Eso sí, antes de ir de putiferios. Con un fontanero del círculo más duro del Gobierno comisionando mascarillas, con las cloacas del Estado promoviendo investigaciones y jugueteando con dosieres... Con los gayumbos de la orgía de Roldán. Y con el predecesor gallego de Ábalos, que despachaba con empresarios en el aparcamiento de un área de servicio de la A-6. La coca pagada con dinero de los EREs. La ‘Perla Negra’. El despachito del hermanísimo Guerra en la mismísima Delegación del Gobierno en Sevilla. O el que crea un puesto ‘super’ policial para blindar al afín al que la Justicia le dice que entró por la gatera y debe irse.

Parece que nadie está más equivocado que Ayuso. Se empeña en vendernos un Madrid moderno y de futuro. Y resulta que cada día la prensa nos desayuna con otro capítulo de pendencieros, rufianes... Como si el tiempo no cambiase las cosas.