Diario de León

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E l Grupo Mixto del Congreso, que empezó la legislatura con tres diputados, tiene ya ocho. No cabe duda: este el garito bueno, el restaurante en el que paran los camioneros, el tugurio al que hay que ir cuando todos los demás bares cierran. Quienes valoramos el mestizaje y aborrecemos la pureza, no podemos sino defender esta insólita conjunción astral de planetas díscolos que giran al margen de cualquier galaxia y que lo mismo te montan un escrache que van a misa de doce. Cómo me gustaría que el Grupo Mixto se presentase a las elecciones, aunque fuese a las europeas. Contarían con mi voto y con mi participación en la cena de Navidad, a ser posible en una marisquería. Faltaba un Ábalos para redondear la oferta y aquí lo tenemos por fin, con su voz pedregosa de noche larga y whiskería, de camisa por fuera y corbata en la frente. Ábalos tiene pinta de ser un valor seguro en cualquier cena, sobre todo si finaliza en un karaoke. El exministro clavaría a los clásicos italianos. Me lo imagino sin problemas atacando el Azzurro de Celentano o, mejor aún, ofreciendo su propia y emocionante versión de Tonino Carotone y su Me cago en el amor. Ay, el amor, qué peligro tiene, con lo que cuestan los divorcios y los hijos. Y la amistad todavía es peor porque de pronto puede uno acabar sujetándole el cubata a un ‘aizkolari’.

Prefiero mil veces irme a cenar con los desheredados del Grupo Mixto que con los diputados del PSOE o del PP. Me los imagino a todos ellos muy formalitos, sudorosos, inquietos, sin untar en el plato ni apenas beber, escrutando aprensivamente la mirada neroniana del líder. Con su pan se lo coman, aunque a los postres haya rifa de subsecretarías.

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